La gestión de la biodiversidad es clave para el futuro del espacio natural
Los más críticos recuerdan las hectáreas de espacios naturales desaparecidas. La tercera pista y la flamante T-1 del aeropuerto devoraron estas áreas. Eran terrenos que no formaban parte de las zonas protegidas, pero que les servían de cordón protector. El Plan Delta, que fue como bautizaron las administraciones las actuaciones acordadas en 1994, «marcó un antes y un después«, opina Ricard Gutiérrez, que dirigió las reservas naturales desde poco después de su creación, a finales de la década de 1980, hasta 2005. «El delta ha sufrido una buena estocada con las obras«, asegura Gutiérrez, que no es «nada optimista sobre la importancia actual y el futuro» de la que había llegado a ser, dice, la zona húmeda más importante de Cataluña tras el delta del Ebro a principios de la década de 1990, justo antes de la ejecución del Plan Delta.
Nadie niega las pérdidas, pero otros subrayan que ahora se trata de conservar la biodiversidad: «Se puede haber perdido en cantidad, pero hay que cuidar la calidad«. Xavier Santaeufemia, técnico medioambiental, resume así el objetivo de protección del consorcio en el que trabaja, que gestiona las 936 hectáreas protegidas del delta con un presupuesto de 748.000 euros. El organismo fue creado en 2005 por la Generalitat y los municipios de El Prat y Viladecans, y próximamente se sumarán a él Sant Boi y Gavà.
Un peligro para esta diversidad es la contaminación de las aguas en los estanques, explica Miquel Rafa, director del área de territorio y paisaje de la Fundación Caixa Catalunya, que ha desarrollado proyectos en el delta. Su predecesor, Jordi Sargatal, añade otro desafío: asegurar la conectividad entre los espacios protegidos. El aeropuerto parte las dos áreas principales, El Remolar y La Ricarda, sólo conectadas por un estrecho corredor en el litoral.
Si la gestión de la biodiversidad es una de las claves para el futuro de este espacio natural, la otra es la difusión, explica María José Albadalejo, la gerente del Consorcio del Delta, que el año pasado recibió 65.000 visitantes, el 42% más que en 2007. Ambos objetivos no son siempre compatibles, opina Ricard Gutiérrez, que teme que el modelo de gestión ligado a los ayuntamientos potencie «las actuaciones de cara a la galería» y dificulte la coordinación con los humedales del Empordà o con el delta del Ebro. Albadalejo defiende, en cambio, la «potenciación de un uso público ordenado y pedagógico» para «poner el delta en el mapa«. O, en palabras de Miquel Rafa, para «dar a conocer que uno de los espacios naturales más importantes de Cataluña está a pocos minutos de cuatro millones de personas«.
Algunos ven el vaso medio lleno, otros medio vacío. Las apuestas de futuro son diversas. Pero todos, Administración y ecologistas, coinciden en una advertencia: el equilibrio entre desarrollo logístico y conservación natural se ha alcanzado en el delta tras muchos sacrificios, y ya no caben más ampliaciones logísticas a costa de las reservas.
Algunas aves están volviendo
Las aves son las estrellas del delta, porque son las principales usuarias de este ecosistema.
Y sirven de indicador para medir la salud de la que gozan los espacios protegidos del Llobregat. El descenso en el número de algunas y el retorno de otras muestra la cara y la cruz de los cambios que ha sufrido esta zona natural.
La cruz la sufren aquellas especies que se alimentaban en los espacios de agua dulce, prados y terrenos fangosos que han sucumbido bajo la tercera pista y la nueva terminal del aeropuerto.
Se trata, por ejemplo, de la arpella o aguilucho lagunero, un ave rapaz característica del delta, que va a la baja. Otra de las aves emblemáticas del delta en apuros es el chortilejo patinegro (corriol camanegre en catalán). Pierden estas y otras especies, que solían acudir al delta en invierno desde zonas nórdicas en busca de un clima templado y comida.
En el otro lado de la balanza se posan, en cambio, las aves que llegan al delta en verano desde zonas más sureñas.
Las estrellas son la avoceta y el charrán de mar, que se reprodujeron en el delta por primera vez el verano pasado.
Siguen la estela del pato conocido como tarro blanco, que se reproduce en el delta desde 2003. También ha llegado la gaviota de audouin, una especie mediterránea muy amenazada, y los ornitólogos están expectantes para ver si empieza a reproducirse en algún verano no muy lejano.
La clave de este retorno son los ambientes salinos que se han recreado junto a la nueva desembocadura del desviado río Llobregat, la playa de Ca l’Arana y la laguna de Cal Tet, que estas especies usan habitualmente para nidificar.
«La naturaleza se agarra a un clavo ardiente, porque las aves demandan espacios donde parar durante sus migraciones y para reproducirse, y quedan muy pocos lugares aptos para ello en la costa catalana«, explica José García, ecologista de la Liga para la Defensa del Patrimonio Natural (Depana) que lleva años denunciando lo que considera que son abusos medioambientales en el delta del Llobregat
– Enlace: EL PAÍS
– Citemos tan sólo ahora, como referencia obligada que a la mayor brevedad posible retomaremos, la Convención de Ramsar sobre los Humedales (1971) que, firmada en su momento por el estado español, debería por tanto obligarle a regular la conservación y mantenimiento tanto del delta del Llobregat como de los restantes humedales que a duras penas subsisten en la península Ibérica.
(21 de junio de 2009)