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LAVANDA (Lavanda officinalis, angustifolia)
Laura Romera destaca del aceite esencial de la flor de lavanda su efecto calmante del SNC y muscular, apropiado para deportistas tras realizar un esfuerzo, antiestrés y antiinflamatorio, en tratamiento del sistema circulatorio y celulitis dolorosas (en la tercera fase, cuando duelen las piernas).
Aumenta las secreciones vaginales y se recomienda en menopausia, si se aplica quimioterapia, en situación de fuerte estrés y tras una operación de vaciado del aparato reproductor: «Regula el flujo vaginal, regenera las paredes de la vagina y favorece su humedad. Aplicado en vía percutánea, mediante un masaje a medio día en bajo vientre y región sacra, en un tratamiento que quizás deba prolongarse durante seis meses, y diluído en una base de aceite de nuez o albaricoque al 60%, onagra al 20%, y borraja o rosa mosqueta otro 20%, que puede sustituirse por macadamia si hay mucha inflamación en el bajo vientre».
Es también gran regenerador de las células, eficaz en quemaduras, arrugas y estrías profundas («A utilizar a diario con una loción antiestrías, y con una base de rosa mosqueta u otros aceites vegetales»).
Emocionalmente, apropiado en estados de inseguridad, ansiedad o miedo, en forma de difusión atmosférica, ante pesadillas nocturnas infantiles y temores nocturnos de personas mayores, en las primeras manifestaciones del deterioro propio de la demencia senil, situaciones en las que como aceite facial es relajante y balsámico: «Por lo general, a los mayores les encanta las aguas de lavanda».
(publicado en Conocer Arganzuela 139, julio/agosto de 2004)