Dentro de nuestro contexto, la medicina tradicional se ha nutrido principalmente de tres culturas: la indígena, la negra y la europea (española). Estas tres fuentes que han configurado nuestra cultura actual, se han combinado, se han relacionado y han producido hibridaciones, que dan forma a la medicina tradicional o popular actual. (Gutiérrez de P., 1985) También es importante resaltar la manera como las múltiples culturas se han enriquecido con el continuo intercambio de conocimientos, dilucidando ciertas características y situaciones particulares respecto a este intercambio.
Sin embargo, en este texto se va a hacer énfasis en ejemplos y contextos relativos a culturas indígenas, uno de los componentes de nuestra cultura, y desde la cual pretendo empezar a rescatar elementos de identidad, de conocimientos, etc., para la construcción de una sociedad nueva, en la cual los latinoamericanos podamos aportar al mundo, desde una nueva perspectiva.
Por esto se resalta la importancia del medio y la relación existente entre las comunidades o pueblos indígenas y la naturaleza, como fundamento básico para el mantenimiento de la salud dentro de estas comunidades.
Por otra parte resaltar cómo la medicina tradicional se conecta de diversos modos con la medicina institucional o facultativa, tratando de encontrar un continuo, un enlace entre cada uno de los conocimientos locales, que pueden aportar al conocimiento médico universal.
Además de estos ejemplos de complementariedad, de las raíces y origen de la actual medicina institucional, se pueden observar relaciones simbióticas, de construcción y enriquecimiento permanente de esta ciencia, gracias a la continua relación existente entre sectores populares y los médicos y científicos facultativos.
II. El saber antiguo
El conocimiento que desarrolla cada sociedad está de acuerdo al medio en que se ha desenvuelto la historia de ésta, de acuerdo al tipo de relaciones establecidas dentro de la misma comunidad y con el medio natural que le rodea.
Así mismo, cada una de las sociedades que han existido, -ya sea europea, indígena, negra o cualquier otra-, ha desarrollado sus propios conceptos sobre la salud y la enfermedad; los que le permiten definir una variedad de condiciones físicas y emocionales que afectan el bienestar de los individuos. Debido a que estas creencias son derivadas de, y al mismo tiempo reforzadas por, las relaciones en la comunidad y la percepción del universo físico y cosmológico, ellas revelan en última instancia no sólo la naturaleza y la estructura social, sino, además, las maneras especificas en que las enfermedades son identificadas, diagnosticadas y tratadas. (Austin, 1995: 15)
Partiendo de esta premisa, entendemos que las sociedades indígenas de nuestro continente desarrollaron sistemas de sanación y curación, que respondieron y se adaptaron al medio en el cual se encontraban, lo aprendieron de manera consciente, lo organizaron y estructuraron de manera racional y coherente.
Es así como cada sociedad, en este caso las indígenas, entiende de una manera especifica la salud y la enfermedad, no en hechos aislados, sino de manera integral, lo que hace que estas nociones crezcan y se desarrollen de acuerdo a su medio: “En ese sentido, las formas en que las poblaciones nativas entienden qué es lo que significa estar enfermo o sano, no sólo demuestran su conocimiento de la fisiología y la patología humanas, sino que también explican el significado que le atribuyen a su propio mundo y a su historia”. (Ibíd: 15) Por esto, la salud y la enfermedad no es para ellos un hecho aislado o de individuos, sino que corresponde a la estrecha relación de todos los componentes de la vida de los seres humanos.
Así mismo se puede comprender la manera en que se puede encontrar la cura o el tratamiento a las enfermedades, pues la medicina debía centrarse más en la prevención que en la cura, restableciendo el ciclo fisiológico, el equilibrio en el cuerpo y sus componentes, de la misma manera en que la tierra mantiene su equilibrio, como en el caso de los Qoollahuaya , quienes: “Derivan sus conceptos de la fisiología humana de su comprensión de la relación entre lo individual, el ayllu, y el medio ambiente serrano en el que han vivido a lo largo de muchas generaciones. Así como el ayllu controla la tierra a lo largo de un eje vertical envolviendo a una variedad de zonas ecológicas y depende de la contribución de los productos de cada zona para la sobrevivencia de la comunidad, de la misma manera el cuerpo es considerado como un eje vertical con tres niveles por los cuales la sangre y la grasa fluyen del centro a la periferia … Los ayllus, interdependientes por los lazos de reciprocidad que mantienen entre ellos, actúan de una manera parecida a las partes del cuerpo que están interrelacionadas y cuentan con el sustento del ‘sonco’ (corazón) que comprime y destila los tres fluidos de la vida (Ibíd: 18).
Así como el cuerpo y el mundo se conciben de manera integral, la salud y la enfermedad se entienden y deben vivir de manera integral y armoniosa con la naturaleza, pues sólo de esta manera es posible el bienestar del individuo y la comunidad o sociedad.
Pero esta concepción de integralidad responde a todo un desarrollo de un conocimiento propio, que fue construido de acuerdo a su medio particular, en el cual encontraban lo necesario para su supervivencia, e interviniendo y transformando la naturaleza de acuerdo a sus necesidades, pero respetándola como fuente de vida. Para esto muchas de las comunidades formaron personas especializadas en el ejercicio de la medicina y otros aspectos de la vida social, quienes tenían la misión de guardar, mejorar y transmitir los conocimientos construidos durante años y realizar las labores propias de su condición de sabios y médicos tradicionales.
Uno de los muchos casos que encontramos lo tenemos en la etnia Sikuani: “Hablar de la medicina propia de los pueblos indígenas es hablar de la vida y la pervivencia. Si hemos pervivido es porque tenemos mecanismos y estrategias de vida, una de ellas es la medicina propia con un enfoque muy integral” (Jiménez, 1999: 23). El papel de los sabios no se limita únicamente al ejercicio de la medicina y la cura, sino que se extiende al de la vida social en su conjunto, como lo refleja la misma autora hablando de la medicina Sikuani: “En un primer momento la medicina tuvo como función la defensa territorial. Tuvimos sabios de la medicina en el manejo de estrategias; para todo hubo mecanismos, en la preparación de los guerreros, en la magia, en el conocimiento de la naturaleza, pero para la defensa. Por eso cualquiera no podía ser médico, tenía que ser un especialista, o un sabio. Luego, la medicina propia se relaciona con el control social, el médico tradicional fue y sigue siendo una autoridad; es quien puede controlar los desequilibrios sociales, los delitos colectivos, todo lo que atente contra la integridad cultural de un pueblo. Las medicinas tienen unos principios rectores que son las leyes del origen, o sea, para el control y desarrollo biológico del hombre: los procesos de desarrollo del niño, del papá, del embarazo, el nacimiento, la etapa fértil, la madurez. En todo esto la medicina juega un papel importante, porque si yo no tengo esos conocimientos y saberes mi desarrollo va a estar muy flojo”. (Ibíd: 24)
De esta lectura se pueden extraer varias cosas: en primer lugar el médico propio, tiene que ser un sabio, una persona con preparación, comprender muy bien los procesos biológicos, y sobre todo comprendiendo cada una de las etapas de la vida de los seres humanos, la vida como procesos con especificidades en cada tiempo y lugar. De ahí que la formación que debe recibir cada uno de los miembros de la comunidad deba ser adecuada a esto, de lo contrario se pueden tener problemas y deficiencias que pueden afectar, tanto al individuo como a la comunidad. Por otra parte, al ser un sabio una persona especial, debe recibir una formación especifica, debe serle transmitido toda una serie de conocimientos acumulados y construidos a lo largo del tiempo, sistematizados de alguna manera y aumentados por cada una de las generaciones que ha vivido en contacto con la naturaleza. Además, como se entiende, la medicina y el médico tradicional o propio, cumple con una función social claramente definida, que, además, sirve como reguladora de todos los ciclos: La medicina también ha servido para la convivencia en armonía con los demás seres de la naturaleza y para el control y el equilibrio de los estados del hombre: el amor, el dolor, la ira, lo que uno siente como persona, el afecto; el hombre está compuesto de todas esas manifestaciones y la medicina tiene la cura para esos males. (Ibíd: 24)
Dentro de la concepción que tiene esta comunidad, encontramos los ritmos del tiempo, los procesos de la vida de los seres humanos, la diferenciación de las actividades de la sociedad y de quienes la componen, pero enmarcada dentro de la complementariedad de las relaciones entre la comunidad, actividades y elementos que se han perdido en nuestra sociedad, tan profundamente afectada por la hiperespecialización dentro de las disciplinas, entre ellas la medicina.
Dentro de esto es importante retomar el sentido de la medicina tradicional, entendida por los mismos protagonistas, a la pregunta de ¿Cómo era antes la medicina tradicional? Bueno, antes había más naturaleza; sobre todo, no había tala de monte, no había contaminación del agua. (Entrevista a Taita Luciano Mutumbajoy, 1999: 3) En este punto podemos observar la importancia del mantenimiento de la naturaleza, de la conservación y de la relación recíproca con la naturaleza. Todo, se puede decir, lo manejaban los mayores; los Taitas, dónde los habla manejaban lo que era el sistema del bosque y del agua porque ellos tenían contacto con los mismos seres del agua o de la montaña. (Ibíd: 3) Esta afirmación da señales de la permanente observación y contacto con la naturaleza, con el bosque. Entonces se prestaba para tener más fuerza o poder aprender más de la medicina tradicional. Ahora se trata de recuperar todo lo que se ha perdido. (Ibíd: 4) Por otra parte, un elemento fundamental en la construcción del conocimiento indígena, es la permanente actividad de redes de conocimiento, inscritas en lo que Carlos A. Uribe Tobón llama circuitos de sanación. Esta permanente actividad, comienza con la formación personal, en las tomas de yajé desde jóvenes: A medida que iba tomando, iba aprendiendo a conocer, pero sin esforzarse, porque hay unos aprendizajes con algunos taitas que son bien exigentes y muy delicados … El aprendizaje mío ha sido más que todo con la experiencia y a medida que he ido sintiendo la capacidad de poder ayudar a los pacientes, pues he ido aprendiendo, he ido ayudando y he ido aprendiendo. (Ibíd: 5) Posteriormente incluye un intercambio permanente de experiencias y conocimientos dentro de las diferentes comunidades indígenas: Sí, yo he tenido experiencias con los Cofanes, con los Sionas; ellos han compartido mucho conmigo y me han enseñado por medio de tomas (Ibíd: 5)
La medicina tradicional indígena, como se ve, tiene formas de transmisión de conocimientos muy elaborados y que exigen bastantes años de formación, asegurando ante todo la capacidad de cura y bienestar del paciente. Una gran diferencia con relación al sistema institucional facultativo, el cual a través del cumplimiento de unos requisitos temporales -de pocos años y sin establecer verdaderas capacidades y vocaciones- o académicos pueden tener en sus manos la vida de muchos sin tener la seguridad en ellos mismos de lo que se hace.
III. La apropiación (y persecución) del conocimiento (y otras riquezas)
A través del tiempo, la medicina tradicional ha sido fuente de conocimiento para la medicina occidental, desde la misma colonia cuando Felipe II nombró los protomédicos de las Indias, se les asignó la tarea de informar sobre las prácticas médicas locales y tomar nota de cada hierba, árbol o semilla medicinal que se encontrara, para enviarlas a España en caso de que fueran desconocidas. (Nieto, 2000: 139) Al ser fuente de conocimiento para las naciones europeas desde la misma conquista y colonia, el conocimiento indígena se transforma en elemento de valor, susceptible de ser apropiado por parte de los españoles y demás potencias colonialistas europeas. De esto fueron conscientes los gobernantes de la época, quienes encontraron en la explotación de los recursos naturales, en especial de las plantas medicinales y las especias, una alternativa a la explotación del oro y las piedras preciosas, recursos que eran usados para la compra de elementos que no poseían. Para esto, en la misma metrópoli se organizaron los llamados gabinetes de curiosidades, que no eran otra cosa que los regalos de las Indias, los botines de los saqueos, etc., [que] conformaron, junto con plantas, piedras, animales, artefactos y toda clase de bizarrerías y curiosidades de la misma Europa o del resto del mundo bárbaro, las cámaras de maravillas; localizadas con frecuencia en corredores y salones de los palacios y castillos de la nobleza, para el goce de su sensibilidad, mientras que el pueblo las admiraba en los muelles, las tabernas y quizás en sus propias casas. (Pineda C. 2000: 35) Por esta vía, el conocimiento de la manera de usar cada hierba, cada planta, se convirtió en medio de dominación del nuevo mundo. De esta manera, el conocimiento, las personas, los recursos y en últimas, todo lo que constituía y constituye la gran riqueza de la América indígena, es trivializado, vulgarizado, incluyendo a las mismas personas, al otorgársele el carácter de curiosidad, carente de significado y validez. En este momento, la ciencia y el conocimiento se convierten en elementos de poder, ya que no han sido en ningún momento ajeno a intereses, valores, cosmovisiones y sin cuestionamientos morales. Todo lo contrario, estas prácticas conllevan relaciones de poder que constituyen importantes herramientas de dominación. Tales relaciones determinan y definen conceptos de “superioridad” o “subdesarrollo” y subsecuentemente justifican el control de unas naciones sobre otras. (Nieto: 242)
Aunque, por otra parte, de no haber sido por la Iglesia, que jugó un papel activo en la persecución del conocimiento y la cultura americana, posiblemente la misma Europa se hubiera inundado de lo que podríamos llamar hoy bienes chamánicos, cuya difusión hubiese sido paralela a la del tabaco, el cacao, la papa y otros productos que tanto bien hicieron por mejorar la calidad de vida europea y transformación de sus sistemas agrícolas, sus dietas y sus costumbres. (Pineda C: 35) Pero esto también demuestra que el reconocimiento a la validez de prácticas indígenas, estuvo estrechamente relacionado con las esferas del poder político y religioso, y por consecuencia, con el poder militar, puesto que aunque en Europa se observaban como curiosidades los bienes y objetos americanos, en nuestra tierra eran perseguidos de manera implacable, bajo la ley en contra de la demonolatría.
Por esta misma razón, se posee poca información sobre los conocimientos indígenas, pues fueron siempre vistos como paganos y objeto de creación o de fuente demoníaca, por lo cual fueron olvidados por los conquistadores y cronistas españoles, a quienes poco les importa comprender o respetar las formas de vida de los nativos, y por lo tanto no proveen testimonios satisfactorios. (Nieto: 141)
Por otra parte, la persecución a las riquezas llevó a la persecución de las mismas comunidades, las cuales fueron esclavizadas, diezmadas directamente o por consecuencia del rompimiento del equilibrio natural. Esto llevó a la pérdida de la identidad cultural de muchas comunidades, con todo lo que ello significa, entre otras cosas, la pérdida de los conocimientos médicos.
Por todo esto, la recuperación de la medicina tradicional, significa recuperación de la vida y la cultura para los pueblos indígenas, que en los periodos de la conquista, colonia y momentos de bonanzas económicas hasta hoy, sufrieron su exterminio y pérdida de las tradiciones, de su conocimiento tradicional y de los medios de subsistencia. Esta pérdida significó de manera indirecta, una reducción sensible de muchas especies naturales de flora y fauna, lo que afecta su salud, puesto que se ven obligados a desprenderse de un medio al cual estaban adaptados, frente al cual sabían relacionarse y al relacionarse de una manera armoniosa, sabían transformarlo de manera adecuada, sin afectar el equilibrio natural.
El rompimiento de este equilibrio entre las comunidades indígenas y la naturaleza, por la acción violenta de la conquista española, afecta notablemente la salud de estas al introducir en estas comunidades enfermedades que no existían en América, y frente a las cuales no tenían ningún tipo de protección natural o inmunidad, no existía cura por parte de los médicos tradicionales y por último, un factor que frecuentemente se ha olvidado, los comportamientos sociales, usos y costumbre propias de los europeos.
En el caso de los Yanomami, las continuas intrusiones de los blancos, han llevado a que continuamente se contagien de enfermedades de blancos. Estos contactos con los blancos ha llevado a que se dé de manera paralela unos nuevos comportamientos, comportamientos que se han generalizado en las comunidades indígenas por las nuevas condiciones de vida a las que se han visto obligados, como el abandono de la vivienda tradicional, por una nueva vivienda al estilo blanco bastante insalubre, el consumo de alimentos procesados que generan residuos y, por consiguiente, la proliferación de plagas, el inadecuado manejo de aguas, las cuales son contaminadas, etc.
Tal como lo observa Augusto J. Gómez: Además del impacto causado entre las poblaciones nativas por enfermedades como la gripe y la viruela, que generaron grandes catástrofes demográficas regionales, las enfermedades y epidemias fueron esencialmente consecuencia de las transformaciones de los sistemas adaptativos, alimentarios, de reproducción, de crianza, de hábitat y de producción económica. Esas transformaciones han sido resultado de los sistemas coercitivos que en el pasado y en el presente se emplearon y se emplean contra ellos para la obtención del oro, de la quina del caucho, de las pieles, de la madera, del petróleo, de la coca y hoy nuevamente, del oro. (Gómez, 1998: 147)
De esta manera, podemos observar que la mano explotadora de los europeos y de los blancos orientados dentro de la perspectiva de acumulación y enriquecimiento capitalista de occidente, lleva a la extinción o esclavitud de las culturas y pueblos que no son funcionales a sus intereses: … en el Reportaje sobre el Putumayo que Sir Roger Casement, Cónsul británico en Río de Janeiro, entregó en Londres en 1911, después de visitar los campamentos caucheros del Putumayo, el diplomático subrayó: “la gente más vieja, tanto hombres como mujeres, respetados por su carácter y por su habilidad para aconsejar sabiamente, fueron considerados desde el principio [de las caucherías] como gente peligrosa y en las primeras teas de la ocupación [cauchera] fueron condenados a morir. Su crimen era el de ‘dar un mal consejo’ El haber prevenido a los crédulos o a los menos experimentados en contra del blanco esclavizador y haber exhortado al indígena a huir o a resistir antes que consentir en servir en el trabajo del caucho para los recién llegados, habían determinado su sentencia de muerte. No conocí ningún hombre o mujer indígena anciano, y pocos habían pasado la edad madura”. (Gómez citando a: Gómez, A y otros: 1995)
De la misma manera una concepción incompleta o sesgada de los métodos tradicionales de sanación, no puede de ninguna manera llevar a la cura de la enfermedad, o al menos a su prevención efectiva. Y aunque de hecho se han dado avances a través de la medicina tradicional, estas concepciones incompletas de la vida, la manera en que el mundo moderno se ha desarrollado, específicamente hoy en tiempos de la globalización de la economía, no podrán solucionar los problemas de la salud y la enfermedad.
IV. Procesos de resistencia e hibridación constante
Así como en el tiempo y en diferentes lugares de América se ha dado un saqueo sistemático de las riquezas y los conocimientos, la esclavitud planificada de los pobladores nativos y los traídos de otras tierras, también se han dado procesos de resistencia en diferentes campos. Así como el campo político ha sido el más citado y reconocido, junto con el de las resistencias e insurrecciones armadas, también ha de recuperarse la memoria cultural, esta resistencia que también adquiere características políticas y sobre la cual se puede y debe sustentar un proyecto como sociedad para la América indígena, negra y popular.
De esta manera se pueden encontrar un sinnúmero de posibilidades de resistencia, empezando por el tema que se trata en este escrito. Por medio de la medicina tradicional se ha podido mantener en mucho la identidad cultural de los pueblos de América. De una parte se contrapone al sistema institucional de salud, cuestionándolo y asumiendo funciones que éste no puede. Así mismo, gracias a una comprensión mucho más amplia de la salud y la enfermedad, atender a las personas, que no son pacientes en este caso, de enfermedades no reconocidas, pero que, sin embargo, de éstas muere o puede morir la gente.
Otra posibilidad que se abre, es por medio del tratamiento de las enfermedades o desórdenes mentales, las cuales pueden ser tratadas por medio de los enteógenos, siguiendo un proceso estricto de control por parte de los chamanes o taitas, quienes son los únicos en capacidad de saber cómo y quién es apto para recibir la toma del yajé, el principal enteógeno manejado por ellos.
Al lado de esta práctica, se han empezado a conjugar diversas prácticas como las orientales, musicales como la nueva era europea y norteamericana, etc. Primera muestra de hibridación.
Una de las maneras en que se ha podido mantener y nutrir este conocimiento es la hibridación. En los estudios y trabajos realizados por Virginia Gutiérrez de Pineda, establece que los elementos constitutivos de nuestra cultura se encuentran en las fuentes indígenas, negras y europeas (españolas), de los cuales surgen dos sistemas que aún se pueden encontrar complementarse: el sistema de salud institucional facultativo, regido por la legislación formal, y el sistema tradicional popular, el cual tiene dos elementos constitutivos, el mágico religioso y el curanderismo. (Gutiérrez de P., 1985)
Un estudio interesante, es el realizado por Cristina Barajas (2000), quien previo trabajo de campo en una comunidad rural en Boyacá, ha planteado algunos elementos respecto a estos procesos de hibridación:
La creación de un sistema médico, el cual está formado por tres subsistemas, dentro del cual aparecen las enfermedades padecidas, los cuales son el sistema de signos, significados y acciones que refleja el conocimiento popular. Otro elemento es la ampliación de la atención en salud, no siempre institucional, no siempre popular; el cuestionamiento del sistema institucional de salud, como no siempre infalible; y un amplio número de posibilidades de tratamiento y prevención de la enfermedad.
V. Conclusión
El conocimiento popular e indígena ha sido sistemáticamente rechazado u olvidado, por lo menos en el sentido de interés para los sociólogos de la ciencia y el conocimiento científico, siendo tomado en cuenta para el mejoramiento o el conocimiento de las maneras de uso por parte de los científicos occidentales, los cuales tienen que traducirlo a su lenguaje o sus principios para hacerlos valederos.
La propuesta gira alrededor de la búsqueda de una forma de conocer el mundo a partir de principios diferentes, desde la integración del conocimiento y partiendo de saberes locales, donde las personas sean el punto de partida de éste, su experiencia y su sabiduría en los momentos de resolver problemas y aportar soluciones de diversa índole.
En este sentido, si bien es ilusorio pensar en el retomo a antiguas formas de vida en sociedad, es necesario restablecer la relación equilibrada con la naturaleza, lo que implica un cambio cualitativo en las relaciones entre los mismos hombres. De esta manera también es importante recordar que es imposible dejar de lado la influencia de las ideas y concepciones occidentales, que nos han moldeado durante más de quinientos años, pero que es necesario transformarlas y encontrar puntos comunes con lo que queda en cada uno de nosotros de nuestro pasado indígena y negro, para moldear una nueva cultura popular que haga compatible los principios antiguos, con los requerimientos de la vida actual, que no necesariamente tiene que seguir igual, por lo tanto, que es susceptible de ser transformada.
VI. Referencias
– Austin A., Suzanne, (1995). Tradiciones médicas nativas y resistencia en el Ecuador colonial, en Cueto, Marcos (Ed.) Saberes andinos. Ciencia y tecnología en Bolivia, Ecuador y Perú, Lima, Instituto de Estudios Peruanos. Pág. 15- 36.
– Barajas, Cristina. (2000). Hibridación constante: manejo de la enfermedad en una comunidad rural colombiana, en Obregón, Diana (Ed.) Culturas científicas y sabores locales. Santafé de Bogotá D.C. Universidad Nacional de Colombia, Pag. 328-355.
– Entrevista a: Taita Luciano Mutumbajoy, (1999). Estamos empeñados en la recuperación del la Medicina Tradicional Indígena, en Visión Chamánica, No. 1, Pág. 3 – 9.
– Gomez Augusto; Lesmes, Ana Cristina y Rocha, Claudia, (1995). Caucherías y conflicto Colombo – Peruano. Testimonios. Santafé de Bogotá D.C., Disloque Editores.
– Gomez L., Augusto, (1998). Amazonia colombiana: contacto -contagio y catastrofe demográfica indígena. En Maguaré No. 13, Santafé de Bogotá D.C., Universidad Nacional de Colombia, Pág.143-163.
– Gutierrez de P. , Virginia, (1985). Medicina tradicional de Colombia. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.
– Jimenez, Rosalba, (1999). Medicina indígena: salud integral Notas sobre el Primer Encuentro Departamental de Medicina Indígena. En Visión Chamánica, No. 1, Pág. 23- 27.
– Nieto O, Mauricio, (2000). Remedios para el imperio: Historia natural y la apropiación del nuevo mundo, Santafé de Bogotá D.C., ICANH.
– Pineda C ., Roberto. (2000). Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada (Siglos XVI-XVIII). En Obregón, Diana (Ed.) Culturas científicas y saberes locales. Santafé de Bogotá D.C., Universidad Nacional de Colombia, Pág. 23-88.