El apóstol de la nueva iglesia de la calentología, Al Gore, afirmaba en su infame película “Una verdad incómoda” que la subida de las temperaturas hará que se extiendan las enfermedades transmitidas por mosquitos y demás insectos. Recordemos que ya le dedicamos a este energúmeno, que fue vicepresidente de los Estados Unidos y Premio Nobel de la Paz, varios artículos anteriormente, cuando nos incluyó en su altruista campaña a un cuarto de millón de euros por conferencia [[- Otros trabajos de la AMC sobre el cambio climático: la Asociación de Medicinas Complementarias, con ocasión de la visita a Madrid del ‘apóstol del cambio climático’ Al Gore elaboró varios artículos “para recibirle como se merecía”, recogidos en el boletín Armas contra la Guerra nº 140: 1) Pedro Prieto, director de Crisis energética: “Al Gore en España. ¿El huevo del calentamiento global o la gallina del agotamiento fósil?”. 2) Marcela Çaldumbide, abogada: “Una verdad antigua”. 3) Alfredo Embid: “Cuando Al Gore ejercía su papel de vendedor de drogas al servicio de las multinacionales”; y en el boletín Armas Contra la Guerra nº 141: 4) Alfonso del Val, sociólogo, fundador de la revista El Ecologista (1979) y autor entre otros del «Libro del reciclaje«, Ed. Integral, y la «Guía del consumo responsable«: “De la verdad incómoda a la incomodidad de la verdad”. 5) Alfredo Embid: “Recuerdo de algunas atrocidades del dúo dinámico Clinton-Gore durante el periodo en el que soportamos su mandato”. Y el boletín Armas Contra la Guerra nº 274 (28-12-2009) cuenta con 2 artículos de Michel Chossudovsky, profesor de Economía y director de Global Research, sobre lo que no se incluyó en la agenda de la «Cumbre del Cambio Climático» en Copenhague: “Calentamiento Global: Arreglando los datos sobre el clima para adaptarlos a la política” y “¿Por qué no abordan el tema de la manipulación del clima (HAARP) en Copenhague?”, además del Dossier 100 artículos, con sus enlaces, sobre el cambio climático publicados en «Global Research«.]]. En España le dieron el Premio Príncipe de Asturias y el gobierno pagó 580.000 euros de nuestro dinero para contaminar las mentes de nuestros hijos en las escuelas con 30.000 copias de su documental [[- Pascual Serrano: Al Gore vende su DVD en lotes de 30.000 copias por 580.000 euros. El pelotazo del Premio Nóbel de la Paz, 22 de octubre de 2007 Rebelión.org.]].
En su documental de propaganda Al Gore dice: «Para citar un ejemplo importante de este fenómeno, los mosquitos están profundamente afectados por el calentamiento global. Hay ciudades que fueron originalmente situadas justo encima de la línea de los mosquitos … la altitud por encima de la cual los mosquitos no se aventuran. Nairobi (Kenya) y Harare (Zimbabwe), son dos de esas ciudades. Ahora, con el calentamiento global, los mosquitos están escalando a alturas superiores«. Y Al Gore, insiste: «… algunas viejas enfermedades que habían estado bajo control están creciendo de nuevo: De hantavirus, el virus Machupo, Arenaviridae, Coronavirus, Dengue Fever (ya comentamos el reciente brote en Sudamerica de una variante letal creada artificialmente) , Borrelia Burgdorferi (Enfermedad de Lyme), E. Coli, la fiebre hemorrágica de Marburgo, la enfermedad del legionario, el virus de la influenza, Nipahvirus, la Tuberculosis y … el Virus del Nilo Occidental«.
Las enfermedades que supuestamente van a aumentar como la fiebre del dengue, la malaria, la enfermedad de Lyme, el virus del oeste del Nilo, la fiebre del valle Rift, la chikungunya y la fiebre amarilla se propagan a través de la picadura de ‘vectores’ como mosquitos, garrapatas y pulgas. Se ha predicho también un aumento de la esquistosomiasis, una enfermedad parasitaria, y del cólera, producido por la bacteria Vibrio cholerae [[- Cambio climático y enfermedades transmitidas por insectos: la esencia, Priya Shetty, 9 septiembre 2009.]], como consecuencia del cambio climático. Otros afirman que aparecerán nuevas enfermedades infecciosas graves [[- Yaiza Martínez: El cambio climático afecta también a la salud mental, jueves 17 Diciembre 2009.]], cálculos renales por deshidratación orgánica, y un aumento de niños con enfermedades comunes [[- Efectos del calentamiento global sobre la salud humana: Claudio Esteve, 10 de diciembre de 2009.]].
Algunos han ido mas lejos augurando un aumento de muchas otras enfermedades incluyendo los trastornos psiquiátricos. Lisa Page y Louise Howard, del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres, Reino Unido, advierten en un artículo del peligro que supone el cambio climático para la salud mental de la población mundial [[- Lisa Page y Louise Howard: “El cambio climático en la salud mental (¿pero se discutirá sobre la salud mental en Copenhague?)«, Psychological Medicine.]] y prevén mas muertes y suicidios en las personas con enfermedades mentales que son particularmente vulnerables.
El Foro Humanitario Mundial (GHF por sus siglas en inglés) publicó un informe estimando que «315.000 personas mueren cada año debido a los efectos del cambio climático«, y predicen que esta tasa se incrementará hasta un millón para el año 2030 [– Global Humanitarian Forum: The anatomy of a silent crisis(2009).]]: «Aunque estas estimaciones de muertes directas siguen siendo bajas en relación con la población mundial, se cree que aproximadamente 310 millones de personas habrán sufrido algún problema de salud debido al cambio climático para 2030» [[- Cambio climático y enfermedades transmitidas por insectos: la esencia, Priya Shetty, 9 septiembre 2009.]].
Figura de la OMS: efectos del cambio climático sobre la salud .
La OMS se ha sumado a la propaganda estimando los efectos del cambio climático sobre la salud a través del número de Años de Vida Ajustados por Discapacidad (AVAD), la suma de años de vida potencial perdidos debido a muertes prematuras, y los años de vida productiva perdidos debido a incapacidad, asociados con el cambio climático [[- WHO Climate change and human health: Risks and responses (2003).]].
Algunos investigadores son mas apocalípticos y han denominado al cambio climático como «la mayor amenaza sanitaria que el mundo jamás ha enfrentado«.
La nueva iglesia de la calentología falsifica la ciencia y el consenso científico.
¿Tienes que echarte a temblar, esperando a que las enfermedades de los países del sur lleguen aquí?. Me parece que no.
Los calentólogos están generando una nueva paranoia que oculta oportunamente las causas del aumento de las enfermedades. Por ejemplo el reciente aumento de la fiebre del dengue en Argentina, hasta el punto de haber generado una autentica epidemia, no se debe en absoluto al cambio climático ni al aumento de las temperaturas, que por otra parte está en contradicción con los hechos observados. Se debe como hemos explicado en un artículo anterior a la criminal política sojera de la multinacional Monsanto [[- Boletín 21 Una mala y dos buenas noticias sobre los transgénicos: Primera Parte: Epidemia de dengue por los cultivos de soja de Monsanto. Crecen las evidencias de los efectos nocivos del glifosato sobre la salud.
Boletín 21 Segunda parte: La Academia Estadounidense de Medicina Ambiental acaba de reconocer los efectos nocivos de los alimentos transgénicos sobre la salud. La venganza de la naturaleza. El amaranto jode a Monsanto. Contraproductividad de la industria de los transgénicos. Alfredo Embid .]].
En el caso de otras enfermedades la verdadera causa es la epidemia de pobreza y la subnutrición en aumento, como es el caso de todas las enfermedades infecciosas. Aparte de las enfermedades transmitidas por insectos hay otras enfermedades transmitidas por vectores que también dependen de la pobreza y de la falta de agua limpia por ejemplo el cólera.
Tomemos el ejemplo de la malaria que según los calentólogos amenaza con ascender desde los países tropicales a Europa.
Larva de mosquito: crecen en charcos de agua estancada generados por incremento en lluvias
Recientemente leía en la prensa que el aumento de la malaria en África estaba relacionado con el calentamiento global: “El gobierno británico afirma que el incremento de temperatura en Kenia podría poner en riesgo de contraer malaria a cuatro millones de personas más. El cambio climático ya ha causado un aumento de siete veces en el número de casos de malaria en las laderas del Monte Kenia. El periódico The Guardian informa que el cambio climático ha producido el aumento de los promedios de temperatura en la región de Central Highlands en Kenia, lo que ha permitido que la enfermedad llegue a áreas más altas donde la población tiene escasa o nula inmunidad” [[- Informe: Aumenta el riesgo de malaria en Kenia debido al cambio climático.]].
Esto es falso por varios motivos:
No existe una relación demostrada entre el aumento de la temperatura y el aumento de la malaria. Por el contrario es improbable que el cambio climático cause un aumento importante de la malaria, como explica el profesor Paul Reiter uno de cuyos artículos figuran a continuación.
El documental «El gran engaño del calentamiento global» [[- «El gran engaño del calentamiento global«: «Telemadrid» lo emitió en español. Puedes verlo en.]], originalmente presentado por el Canal 4 de la televisión británica, en el que se desmontan parte de la propaganda presentada como calentamiento global, presenta entrevistas con relevantes científicos del MIT y de otras diversas universidades de prestigio que exponen diversas evidencias científicas que chocan frontalmente con la ortodoxia de la calentología.
Según el profesor Reiter , que aparece en el documental, el histerismo es fomentado en los informes del IPCC (Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático/»Intergovernmental Panel on Climate Change«) de la ONU sobre la propagación de la malaria que afirman: «Las especies de mosquitos que transmiten la malaria normalmente no sobreviven cuando la temperatura media del invierno cae por debajo de los 16-18 grados celsius«.
Reiter afirma que tal aseveración es rotundamente falsa, es un hecho que los mosquitos pueden sobrevivir bajo temperaturas muy frías: «Los mosquitos no son insectos específicamente tropicales. La mayoría de la gente es capaz de darse cuenta que en las regiones templadas hay mosquitos. Pero, de hecho, los mosquitos son extremadamente abundantes en el Ártico” [[- Ésta y las siguientes citas pertenecen a la transcripción del video precedentemente citado: «El gran engaño del calentamiento global».]]. Así mismo, no es cierto que la malaria sea una enfermedad exclusivamente tropical ni siquiera en sus formas epidémicas: “La epidemia de malaria más devastadora que se conoce, sucedió en la Unión Soviética allá por los años 20. Se produjeron 13 millones de casos en un año ocasionando 600.000 fallecimientos. Una catástrofe tremenda que llegó incluso al Círculo Polar Ártico. En Arjánguelsk hubo 13.000 casos, responsables de unos 10.000 fallecimientos. La malaria no es una enfermedad específicamente tropical. Aún así, la gente que compone lo que yo llamo la fraternidad del calentamiento global, se saca de la manga la idea de que la malaria se traslada hacia el norte”.
Ten en cuenta que el Profesor Paul Reiter no es cualquiera, está en el corazón del sistema sanitario con todo lo que esto implica para bien y para mal: Trabaja en el Instituto Pasteur de París, es profesor de entomología médica y uno de los máximos expertos mundiales en malaria e infecciones transmisible por insectos, fue presidente del Comité Americano de Entomología Médica de la Sociedad Americana de Medicina Tropical. Es miembro de las Organización Mundial de la Salud –experto del comité asesor– y trabajó 20 años en los CDC.
Además es uno de los autores principales del Comité de Evaluación de la Salud Nacional de los EE.UU. sobre las consecuencias potenciales del cambio climático y fue el jefe del Informe Anual sobre enfermedades tropicales del IPCC. Pero posteriormente ha denunciado el fraude del Informe, y lo ha calificado como “una vergüenza”. Ha denunciado también la corrupción interna del IPCC.
Renunció a su cargo y su misión cuando quedó convencido de que el Informe del IPCC no es nada más que un documento político sin ninguna relación con la verdadera ciencia del clima ni con otras: «Vivimos en la época de la razón donde la alarma producida por el calentamiento global se disfraza de ciencia. Pero no es ciencia, es propaganda … Me quedé estupefacto cuando leí el segundo y tercer informes de evaluación. Había tanta desinformación, sin ningún tipo de datos, sin mencionar la bibliografía científica –la verdadera bibliografía científica– de los especialistas en esos campos. Cuando dimití del IPCC pensé que todo había terminado. Pero cuando vi el borrador final, mi nombre todavía estaba allí. Pedí que lo quitaran. Bueno, me dijeron, como yo había colaborado en él, mi nombre permanecería allí. Les respondí que no, que yo no había colaborado, porque no habían escuchado nada de lo que les dije. Hubo toda una batalla en la que incluso les amenacé con acciones legales y, finalmente, quitaron mi nombre. Esto sucede muy a menudo. Especialistas que no están de acuerdo con la polémica y que dimitieron en su momento (conozco a unos cuantos) continúan, sencillamente, figurando en la lista de autores del informe y han pasado a formar parte de esos «2.500 mejores científicos del mundo «.
El Profesor Reiter intentó que se borrase su nombre de la lista de los “2000 principales científicos del mundo” que aparentemente apoyan las conclusiones del Informe, pero se negaron a hacerlo. Finalmente tras amenazarlos lo consiguió: »Después de mucho esfuerzo y de muchas discusiones infructuosas, abandoné el proyecto del IPCC. Mi dimisión fue aceptada, pero en un primer borrador encontré que mi nombre todavía estaba enumerado. Solicité que fuera borrado, pero me dijeron que permanecería porque “había contribuido”. Fue sólo después de insistir fuertemente que tuve éxito en hacerlo eliminar» (Paul Reiter, 2005) [[- ¿El Cambio Climático Desacreditado? La Gran Estafa Del Calentamiento Global.]]. Dijo, “El IPCC hace creer que todos los más famosos científicos están de acuerdo, pero eso no es verdad”.
No es el único caso, por éste y otros motivos, cada vez más científicos se están distanciando o criticándolo abiertamente. Por ejemplo en una carta al Wall Street Journal, el Profesor Frederick Seitz, de la Academia Americana de las Ciencias, reveló que los funcionarios del IPCC habían censurado los comentarios de los científicos: «Este informe no es la versión supervisada por los colaboradores científicos … Nunca he presenciado una corrupción tan grande y entorpecedora en un proceso de revisión, como el que se produce en este informe del IPCC» [[- Profesor Frederick Seitz citado en el documental precedente «El gran engaño del calentamiento global«.]].
Respecto a la afirmación de que el IPCC está formado por los 1.500 ó 2.500 científicos más destacados del mundo Reiter comenta: »Esta afirmación de que el IPCC son los 1.500 ó 2.500 científicos top del planeta, mire Ud. las bibliografías de la gente y verá que simplemente no es verdad. Hay una gran cantidad que no son científicos’ … Hay especialistas, a quienes no les gusta esta polémica, que dimitieron (yo conozco a bastantes). Simplemente continúan figurando en la lista de autores y formando parte de esos «2.500 científicos más destacados del mundo«.
Es lo mismo que afirma Richard Lindzen: “Para llegar a la cifra de 2.500 (científicos), han recogido a comentaristas, funcionarios del gobierno y a cualquiera que se les haya acercado en algún momento. A ninguno de ellos se les ha pedido que estén de acuerdo con sus conclusiones. Muchos, de hecho, no lo están”.
Reiter no fue el primero en renunciar al IPCC; antes, el más famoso y autorizado experto en huracanes del mundo, el Dr. Christopher Landsea, renunció cuando el jefe político del capítulo sobre huracanes, Kevin Trenberth, opinó en la televisión pública que el huracán «Katrina» era consecuencia del calentamiento global, y que se produciría un fuerte aumento en la frecuencia y potencia de los huracanes. Una mentira impresentable que era más de lo que un científico decente podía aguantar [[- The Great Global Warming Swindle.]].
Es decir que se trata de una mistificación para legitimar la idea de que existe un consenso científico a los ojos del público y engañarlo.
Ya en la conferencia de las Naciones Unidas sobre el clima del 2008 en Polonia 650 destacados científicos criticaron los informes sobre el calentamiento global –etiquetándolos de ser una mentira, un engaño y parte de una nueva religión. Los disidentes también han emitido sus criticas en un informe « U.S. Senate minority report » de EE.UU. Es destacable que muchos de ellos son o han sido miembros del propio Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático/»Intergovernmental Panel on Climate Change«.
Alrededor de 250 de los científicos citados en el informe se han unido a los científicos disidentes en el último año. De hecho, el número total de científicos representados en este informe es 12 veces superior al número de los autores del informe oficial del IPCC 2007.
Entre ellos:Ivar Giaever. Premio Nobel de Física; Dr. Joanne Simpson, doctora de meteorología de la NASA. autora de más de 190 estudios y denominada «uno de los más eminentes científicos de los últimos 100 años «; Dr. Kiminori Itoh, ganador de un premio de doctorado sobre físico-química del medio ambiente; Dr. Arun D. Ahluwalia geóloga de la Universidad de Punjab India y miembro del panel de la ONU «U.N.-supported International Year of the Planet«; Víctor Manuel Velasco Herrera, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México; Stanley B. Goldenberg, científico atmosférico de la División de Investigación de Huracanes de la NOAA, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica del Gobierno de los EE.UU.; Geoffrey G. Duffy, profesor en el Departamento de Ingeniería Química y de Materiales de Ingeniería de la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda; Dr. William M. Briggs, especialista en estadísticas de previsión, miembro del Comité de Estadísticas de la Sociedad Americana de Meteorología y editor asociado de la Monthly Weather Review; Dr. David Gee, Geólogo, presidente del comité científico del 2008 Congreso Geológico Internacional que ha escrito más de 130 artículos revisados por otros, actualmente en la Universidad de Uppsala en Suecia; Hajo Smit, Meteorólogo de Holanda, ex miembro de la comisión de la ONU neerlandés del IPCC; James A. Peden, físico atmosférico de la investigación espacial y el Centro de Coordinación en Pittsburgh, Pa.; Profesor Delgado Domingos, Científico Ambiental de Portugal, fundador del grupo de Predicción Numérica del tiempo, tiene más de 150 artículos publicados; Dr. Takeda Kunihiko, rector del Instituto de Ciencia y Tecnología de Investigación en la Universidad de Chubu, en Japón; Dr. Eduardo Tonni, galardonado paleontólogo de la Comisión de Investigaciones Científicas de Buenos Aires y jefe del Departamento de Paleontología de la Universidad de La Plata [[- Scientists abandon global warming ‘lie’. 650 to dissent at U.N. climate change conference. Global Research, December 13, 2008. 2008-12-11.]].
La Civil Society Coalition on Climate Change ha elaborado un informe en el que se critica que se relacione el cambio climático con un aumento del número de enfermedades. Indur Goklany, autor de varios libros sobre problemas medioambientales, sostiene que no ha aumentado la mortalidad vinculada a las situaciones climáticas extremas [[- Martín Krause: Cambio climático y fanatismo.]]. Así que la clásica estrategia de crear un aparente consenso en el tema del calentamiento global producido por el aumento del CO2 está fracasando y es denunciada por muchos científicos que cuestionan el fraude.
El Dr. Paul Reiter señala además que : «… es inmoral que los activistas políticos engañen al público atribuyendo el resurgimiento reciente de estas enfermedades al cambio del clima, particularmente en África …«.
El afirmar que incluso un leve aumento de la temperatura conduciría a la propagación hacia el norte –por medio de insectos tropicales– de enfermedades mortales, como podría ser la malaria es una afirmación que aparte de ser falsa es racista. Sigue una larga tradición según la cual las epidemias siempre vienen de fuera como en el caso del Sida originado en África según la fraudulenta hipótesis oficial. Además es preciso conocer que muchos científicos demuestran que no está claro en absoluto que se esté produciendo un calentamiento global. Y menos aún que éste sea debido a la actividad humana y todavía menos al aumento del CO2.
Estos hechos han sido expropiados por los medios de desinformación pero son imprescindibles para hacerse una opinión. Un tema que ya hemos tratado (ver artículos publicados y enlaces al final de éste) y sobre el que volveremos en los boletines.
Entre tanto recomiendo el documental «El gran engaño del calentamiento global» en español para tener otros elementos de juicio:
Los mitos de la malaria con relación al cambio climático.
Profesor Paul Reiter. Instituto Pasteur, París, Francia
Al cambio climático se le imputa un rango muy amplio de desastres medioambientales y de salud pública. Se disputa el primer lugar de esa lista la idea de que el cambio climático propicia la malaria y otras enfermedades transmitidas por mosquitos, y que este aumento será catastrófico en los años venideros.
Para el lego, este concepto es convincente porque es intuitivo: la malaria es endémica en las zonas cálidas del planeta, por lo tanto si el mundo se calienta, la enfermedad aumentará.
No es así para el científico. La epidemiología de la enfermedad es extremadamente compleja, y los factores dominantes son la ecología y el comportamiento tanto de los humanos como de los mosquitos.
Mitos comunes
Los alarmistas han esparcido tres mitos comunes que no tienen fundamento en la evidencia histórica o científica.
El primero, que empezó a circular a comienzos de los noventa, es que las infecciones ‘tropicales’, especialmente la malaria, se están desplazando hacia mayores latitudes a medida que aumenta la temperatura global. No es así: los registros históricos muestran que la malaria ya estaba ampliamente extendida en regiones templadas -en lugares tan lejanos como Escandinavia- y sobrevivió incluso durante los años más fríos de la Pequeña Edad del Hielo. Además, en muchas partes de Europa y América del Norte la enfermedad comenzó a disminuir rápidamente a mediados del siglo diecinueve, precisamente cuando las temperaturas globales comenzaron a aumentar. Este declive se debió a complejos cambios en la ecología rural y en las condiciones de vida vinculadas con la industrialización, lo que incluyó el despoblamiento del campo, la aparición de nuevos cultivos y prácticas agrícolas, el drenaje, el mejoramiento en las estructuras de las construcciones, un mejor cuidado de la salud y una caída sustancial en el precio de la quinina.
Otro mito es que la enfermedad se está desplazando a mayores alturas. Al Gore, ex vicepresidente de los Estados Unidos y protagonista de una fuerte campaña sobre el cambio climático, ha dicho reiteradamente: “debido al calentamiento global, (los mosquitos) están ahora viajando a lugares donde nunca habían vivido antes. Por ejemplo, en África, la ciudad de Nairobi … solía estar por encima de la línea del mosquito (el punto más alto donde pueden vivir los mosquitos) …”.
No es así: Nairobi está a 1.680 metros sobre el nivel del mar. No obstante, hasta mediados de los cincuenta, la epidemia de malaria era un serio problema en altitudes por encima de los 2.450 metros. De hecho, en 1927 el gobierno colonial asignó £40.000, equivalentes a aproximadamente US$ 1,2 millones de hoy, para el control de la malaria en Nairobi y las tierras altas circundantes. La malaria en las tierras altas fue derrotada en los años cincuenta gracias a la aplicación efectiva del insecticida DDT. Las campañas de control ya han cesado y hay una resistencia generalizada a los medicamentos contra la malaria. Por éstas y otras razones, la enfermedad está retornando, pero este regreso no tiene nada que ver con el clima.
El tercer mito es que el cambio climático ya está causando un aumento de la malaria en el África subsahariana, y hay predicciones insensatas en el sentido de que millones, decenas de millones, acaso cientos de millones de personas contraerán la enfermedad a medida que las temperaturas aumenten. Esto es ingenuo. En gran parte de la región, el clima ya es bien adecuado para la transmisión, la enfermedad es endémica y ubicua, y en muchos casos la gente ya está expuesta a numerosas picaduras de mosquitos infectados cada año. No se puede agregar agua a un vaso que ya está lleno.
La malaria es verdaderamente un problema funesto para el África subsahariana. Pero, nuevamente, las fuerzas que la impulsan son económicas, ecológicas y sociales: incluyen el crecimiento poblacional, el aumento en el desplazamiento de las personas, la deforestación (que crea condiciones ideales para los mosquitos de la malaria), la irrigación, el deterioro de la infraestructura de salud (acelerada por los estragos del VIH/SIDA), la resistencia a los medicamentos, y la guerra y los disturbios civiles. Por encima de todo esto, el detonante es la pobreza.
Los motivos de la manipulación
¿Cómo han surgido estos mitos?
En gran parte son resultado de una tendencia en aumento de los activistas políticos que usan el ‘gran discurso’ científico para manipular a la opinión pública con pronunciamientos ‘científicos’ emotivos y fuertemente críticos.
Estos activistas legitiman su causa mediante la publicación de artículos de opinión en revistas especializadas y citando libremente a los demás, mientras en esencia ignoran la corriente científica.
Menos de una docena de autores dominan esta práctica en el campo de la salud pública. Casi ninguno es científico y no obstante, son los autores principales de relevantes capítulos en la Evaluación de Informes publicada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Los científicos legítimos que tratan de contrarrestar sus declaraciones son ignorados e, incluso, denunciados como una pequeña minoría de ‘escépticos’, títeres pagados por la industria petrolera.
La genuina preocupación por la humanidad y el medioambiente exige la investigación, la exactitud y el escepticismo de la ciencia auténtica. Sin ello, el público se vuelve vulnerable al abuso. Las actividades humanas pueden estar afectando el clima global, pero una verdadera perspectiva sobre el problema debe estar basada en la ciencia, no en la política.
¿Podría el calentamiento global llevar las enfermedades transmitidas por los mosquitos a Europa?
Profesor Paul Reiter. Instituto Pasteur, París, Francia
Introducción
En los años 80, la atención pública a los temas ambientales cambió de la lluvia ácida, el asbesto y el agujero de la capa de ozono a una nueva preocupación: el calentamiento global. En los años posteriores a la negociación del Protocolo de Kyoto, aparecieron numerosos artículos en la prensa científica y popular que indicaban que las enfermedades transmitidas por los mosquitos tales como la malaria, la fiebre amarilla y el dengue amenazarían a Europa y a Norteamérica si el calentamiento global se acrecentaba.
A mediados de los 90, la amenaza de estas enfermedades “tropicales” figuraba al tope de la lista de los peligros producidos por el calentamiento global. Los grupos de interés utilizaron tales afirmaciones para alentar sus llamados a la acción política urgente para detener el cambio climático:
El calentamiento global y la esperada inestabilidad climática que lo acompaña pueden tener graves consecuencias para nuestra salud y bienestar … El clima limita el alcance de las enfermedades trasmitidas por vectores (aquellas transportadas por animales), mientras que el tiempo afecta el momento y la intensidad de los brotes. Hay fuertes indicios de que un cambio que afecta los patrones de las enfermedades ha comenzado, y que el calentamiento global identificado por los más de 2.500 científicos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) está contribuyendo con esto [[- ‘Global warming: Health and Disease’ WWF Fact Sheet. Disponible en.]].
Este capítulo explica por qué tales declaraciones son desinformadas y engañosas. La discusión se limita a la malaria, pero conceptos similares se aplican a otras enfermedades transportadas por los mosquitos.
Clima y salud
La creencia de que los climas calurosos son dañinos para la salud es muy antigua. Hipócrates describió al clima, los cambios de estaciones y los acontecimientos meteorológicos como determinantes de las enfermedades humanas. Las desviaciones de la norma étnica, según lo definido por el ideal de la mente y del cuerpo que tenían los griegos, también fueron atribuidas al calor y a la humedad excesivos. En esencia, su tratado sobre los vientos, las aguas y los lugares fue una tentativa ecologista de interpretar la enfermedad y la raza en términos del clima.
A partir del Siglo XVII en adelante, los europeos reestablecieron esta noción con descripciones gráficas de las “fiebres” que encontraron en las zonas tropicales, a menudo argumentando que los síntomas febriles eran directamente atribuibles al clima caluroso.
En el mismo período, la sed pública de conocimientos acerca de las tierras recientemente “descubiertas” creó una importante demanda de libros sobre viajes. Muchos de éstos fueron escritos por los exploradores/naturalistas para financiar sus expediciones. Para lograr mayores ventas, alimentaron la imaginación de sus lectores con cuentos sensacionalistas de sus recorridos.
Como consecuencia, las representaciones populares de las zonas tropicales se saturaron con historias oscuras, místicas, primitivas y sorprendentes. Las ilustraciones de enfermedades “tropicales” en textos médicos, a menudo con connotaciones negativas hacia las razas más oscuras, se convirtieron en un componente significativo de estas imágenes. A fines del siglo XIX, el descubrimiento de que los insectos molestos [mosquitos] transmiten la malaria quedó a medida de este cuadro inspirado por el miedo.
Creo que tales imágenes sobreviven hoy, lo que se refleja en la cobertura que los medios hacen de noticias relacionadas con enfermedades, e ilustra cómo en nuestra psiquis moderna, los conceptos de Tristes Tropiques [[- Levi-Strauss (1992), p. 425.]] son la base de las actitudes populares hacia las “cosas tropicales”.
El cambio como característica principal del clima
Comúnmente por clima se entiende al “tiempo promedio” en una región o una zona dada. Pero esta definición es insatisfactoria, porque a diferencia de las variaciones anuales obvias del tiempo diario, el clima a largo plazo se mantiene constante. La climatología moderna reconoce que el cambio es una característica inherente y fundamental del clima [[- Wigley (1981); Lamb (1995); Chorley and Barry (1998).]]. Así como los promedios anuales de los elementos climáticos por ejemplo, temperatura, humedad, precipitación, viento y partículas aerotransportadas – se diferencian año tras año, lo mismo ocurre con los promedios para las décadas, los siglos, los milenios y millones de años. Por lo tanto, los valores climáticos no pueden ser tratados sin especificar el lapso de tiempo al cual se refieren.
Por casi tres siglos el clima de la Tierra ha estado en la fase de calentamiento, interrumpido por varios períodos de enfriamiento. Esto fue precedido por un período particularmente frío, la Pequeña Edad de Hielo, que a su vez fue precedida por varios siglos conocidos como el Período Caliente Medieval o Pequeño Óptimo Climático. Tales cambios son enteramente naturales, pero en años recientes se sostiene extensamente que una porción del calentamiento puede ser atribuida a las actividades humanas, en particular a la quema de combustibles fósiles [[- Houghton et al. (1996); Tett (1999); Wigley and Schime (2000).]].
El clima es un parámetro importante en todos los ecosistemas, y siempre ha sido un factor fundamental para el asentamiento, la economía y la cultura humanos. Los episodios de cambio climático tales como el final de la Edad de Hielo, la sequía del Sahara, la disminución del Período Caliente Medieval y del inicio de una Corta Edad de Hielo han tenido un impacto importante en la historia de la humanidad [[- Wigley (1981); Lamb (1995); Rampino (1987).]]. Sin embargo, los conocimientos de tal cambio siguieron siendo vagos, probablemente porque las escalas de tiempo inherentes están más allá de la expectativa de vida individual. Por el contrario, el tiempo, la condición a corto plazo del clima tiene un impacto mucho más directo y tangible en la vida diaria.
Desde épocas remotas, el tiempo ha sido fundamental para el éxito de las actividades humanas, de la agricultura a las exploraciones marítimas, de la guerra al ocio. Abundancia y hambruna, sequía e inundación, salud y enfermedad todas eran atribuibles a los acontecimientos del tiempo. La creencia universal en la deidad del tiempo, la prominencia de los acontecimientos del tiempo en el folklore, y la preocupación ubicua por las señales y presagios del clima son evidencias de que la inquietud por el tiempo, particularmente el miedo a acontecimientos inclementes ha sido una característica importante de la psiquis humana a través de la historia.
La importancia del tiempo no ha disminuido en la sociedad moderna. De hecho, en las últimas décadas, la preocupación por el clima, particularmente en el contexto global, ha alcanzado niveles sin precedentes. El pronóstico del tiempo se ha convertido en una ciencia importante, fundamental para el éxito de la agricultura, del transporte, del comercio, del turismo y de virtualmente cualquier otro aspecto de la empresa humana. Los datos del tiempo se recogen en cada esquina del globo y son diseminados en forma resumida por el gobierno y las agencias privadas como una ayuda para la toma de decisiones en todos los campos de la vida. Los pronósticos continuamente actualizados y otras informaciones están disponibles para el público a través de los medios populares.
Los acontecimientos desastrosos del clima alrededor del mundo son una característica importante de las noticias, con descripciones detalladas e ilustraciones gráficas. Con esta inquietud sobre el tiempo, ha surgido una nueva conciencia acerca de la variabilidad del clima.
El concepto de “calentamiento global”
Las temperaturas actuales, por lo menos en el Hemisferio Norte, son bastante similares a las de la Edad Media, en los siglos previos a la Corta Edad de Hielo [[- Lamb (1995), p. 433.]]. Sin embargo, a partir de los años 40 hasta finales de los años 70, las temperaturas globales estaban en descenso. Esto dio lugar a la preocupación acerca de que partículas de agentes contaminantes industriales pudieran estar ejerciendo un efecto de enfriamiento global [[- Calder (1974), p.143; Ponte (1976), p.306; Halacy (1978), p.212.]].
Desde entonces, como el clima volvió a un modo de calentamiento, el interés ha cambiado a la consideración del “efecto invernadero”, un fenómeno natural por el cual una gama de gases en la atmósfera atrapa radiación solar en forma de calor. El principal gas del efecto invernadero es el vapor de agua -cerca del 2% del volumen- pero la atención pública se centra principalmente en el dióxido de carbono (CO2), un gas que es esencial por ser la última fuente de carbón para casi toda la vida en el planeta. A partir de mediados del siglo XIX en adelante, la deforestación masiva de bosques para la agricultura, seguidos por un aumento exponencial de la combustión de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas), ha dado lugar a un aumento conmensurable en el CO2 atmosférico, de alrededor 0,029% en 1890 a 0,037% hoy.
Muchos climatólogos convienen que este aumento del 28% en el CO2 atmosférico, junto con el de otros “gases antropogénicos de invernadero”, pueden estar contribuyendo a la tendencia del calentamiento en las últimas décadas [[- Houghton et al. (1996); Tett (1999); Wigley and Schimel (2000).]]. El alcance de este aporte sigue sin ser claro, pero la mera posibilidad que implica que la tendencia podría ser reversible, ha generado que se vuelva a discutir tanto científica [[- Tett et al. (1999 ), pp. 569–72; Karl et al. (1996). pp. 279–92; Michaels and Knappenberger (1996), pp. 522–23; Kerr (1997), pp. 1040–42; Lindzen (1997), pp. 8335 42.]] como públicamente [[- Ross (1991), p. 277; Gelbspan (1997), p. 278; Michaels and Balling (2000), p. 236.]].
La salud humana y en particular, las enfermedades transportadas por mosquitos es un asunto destacado en este debate [[- Ver, por ejemplo, McMichael et al. (1996); Patz et al. (1996); Hay (2001); Hay et al. (2002); Mouchet, J. et al. (1998); Epstein et al. (1998); McMichael, Patz and Kovats (1998); Martens (1998); Epstein (1999); Kovats et al. (1999); Reiter (2000); Shanks et al. (2000); Reiter (2001).]].
El clima y las enfermedades transmitidas por mosquitos
En casi todas las especies de mosquitos, la hembra obtiene las proteínas que necesita para el desarrollo de sus huevos alimentándose de la sangre de vertebrados. Una secreción salival compleja facilita tal alimentación. Es la inyección directa de este líquido en los vasos capilares lo que permite a varias formas de la vida virus, protozoos y gusanos nemátodos explotar al mosquito como medio de transporte entre los anfitriones vertebrados. Hacen esto, infectando el mosquito después de que los haya injerido en una comida de sangre, y continúan multiplicándose en sus glándulas salivales, de las cuales pueden ser inoculados en un nuevo anfitrión durante una nueva succión de sangre. La mayoría de tales organismos no parece afectar a los mosquitos o a sus anfitriones vertebrados, pero un número pequeño son patógenos de enfermedades humanas y de animales.
La ecología, desarrollo, conducta y supervivencia del mosquito, y la dinámica de transmisión de las enfermedades que transporta, son altamente influenciadas por los factores climáticos. La temperatura, la precipitación y la humedad son especialmente importantes, pero otras, tales como el viento y la duración de la luz del día, pueden también ser significativas.
Estos mismos factores también desempeñan un papel crucial en el índice de supervivencia y de transmisión de los patógenos transportados por mosquitos.
En particular, la temperatura afecta el índice de multiplicación de los patógenos en el insecto. Por consiguiente, esto afecta la tasa en la cual las secreciones salivales se infectan, y así la probabilidad de éxito de transmisión a otro anfitrión. Por supuesto, si el tiempo de desarrollo del patógeno excede la vida del insecto, la transmisión no puede ocurrir. La compleja interacción de todos estos factores, determina el efecto total que el clima tiene en el predominio local de una enfermedad transportada por el mosquito [[- Gilles and Warrell (1993); Cook (ed.) (1996).]].
Los cambios de estaciones son un componente dominante del clima. En verano las temperaturas de muchas regiones templadas son por lo menos tan altas como en las estaciones más calientes de muchas de las zonas tropicales. La diferencia crucial es que las zonas tropicales no tienen inviernos fríos. Si los patógenos tropicales transportados por mosquitos se introducen a las regiones templadas en la estación correcta, podrán ser transmitidos, si los vectores adecuados están presentes; pero en la mayoría de los casos mueren al llegar el invierno.
Los mosquitos nativos de las regiones templadas han desarrollado estrategias para sobrevivir el invierno, como a su vez las tienen los patógenos que transmiten. En las zonas tropicales, las adaptaciones también son necesarias para sobrevivir en los períodos secos desfavorables, que pueden durar varios años. En ambos casos, tales adaptaciones imponen una estacionalidad ante la transmisión. Por ejemplo, antes de su erradicación, la estación de transmisión del Plasmodium falciparum en Italia era de Julio a Septiembre [[- 13.Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]]. Los mismos tres meses que constituyen la estación de malaria en Mali, donde esta enfermedad es todavía endémica [[- Craig, et al. (1999), pp. 105–11.]].
Modelos de la enfermedad
Mucha de la reciente especulación acerca de los posibles impactos del cambio climático en enfermedades transmitidas por mosquitos se ha centrado en rudimentarios modelos matemáticos sobre la transmisión dinámica [[- Martens (1998), p. 176; Lindsay and Birley (1996), pp.573–88; Jetten and Focks (1997), pp. 285–97; Patz (1998), pp. 147–53.]].
Sin embargo, estos modelos tienen un límite en su valor para determinar el impacto del cambio a largo plazo del clima en las enfermedades transmitidas [[- Rogers and Randolph (2000), pp. 1763–66; Dye and Reiter (2000), pp. 1697–98.]]. No pueden predecir la presencia o ausencia de la enfermedad, ni su predominio en cualquier situación, porque no explican la tasa de parásitos en seres humanos o mosquitos, ni cualquiera de los muchos factores ecológicos y de comportamiento que afectan la interacción de mosquitos y de seres humanos. Por ejemplo, el comportamiento humano y los rasgos culturales pueden ser cruciales para la transmisión del parásito. La actividad diaria trabajo, descanso y recreación influye en la localización de los hogares en lo referente a los sitios de crianza de los mosquitos, el diseño de los edificios, los materiales usados para construirlos, el uso de pantallas y las redes en las camas, la presencia de ganado como anfitriones alternativos para los mosquitos, y muchos otros factores que son todos altamente significativos.
Un enfoque alternativo es mirar el pasado: la historia de las enfermedades transmitidas por mosquitos en diferentes latitudes y en diversas eras climáticas puede ayudarnos a determinar cómo las variables del clima se relacionan con muchos otros factores que afectan la transmisión.
Historia de la malaria en Europa
Las antiguas Grecia y Roma
La introducción de la agricultura en Europa, alrededor del 7.000 A.C., llevó al surgimiento de poblaciones relativamente sedentarias y de condiciones cada vez más favorables para la transmisión de la malaria [[- BruceChwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]]. La extensa tala de árboles que comenzó en esta época pudo también haber contribuido a su predominio, creando hábitats adicionales para los mosquitos que transportan la malaria. Similares cambios ecológicos, en tiempos recientes han causado un importante aumento en el predominio de esta enfermedad.
Los relatos de la época, junto con fósiles y otra evidencia, sugieren que en la región mediterránea tuvo lugar un calentamiento y una aridez gradual hasta el 400 D.C. [[- Lamb (1995), p. 433]]. Estudios del terreno muestran un progresivo aumento del nivel del mar durante este período. Alrededor del 300 A.C., los árboles de haya (género Fagus) crecían en Roma, el Tíber se congelaba en invierno, y la nieve permanecía por muchos días. Sin embargo, por el 100 D.C. los romanos consideraban al haya un árbol de montaña, y los inviernos eran definitivamente menos severos.
Durante estos siglos, el cultivo de la vid y la aceituna se movieron gradualmente hacia el norte a lo largo de la península italiana. Los romanos incluso podían abastecerse con vino que venía de la actual Alemania y Gran Bretaña, y los datos de las importaciones y exportaciones sugieren que Gran Bretaña llegó a ser autosuficiente en la producción de vino cerca del 300 D.C.
La tendencia de este calentamiento, se pudo observar claramente por estudios realizados a los anillos de los árboles en California, por lo que pudo haber sido un fenómeno mundial o por lo menos hemisférico.
Textos de esa época, como La Ilíada de Homero, incluyen referencias a fiebres mortales en los tiempos de la cosecha [[- Homer (1990) Book 22, lines 31–37.]]. Aunque no podemos estar seguros que ésta fuese malaria, escritos posteriores confirman que la enfermedad era una característica significativa en la vida griega. De hecho, existe evidencia de que con el florecimiento de la civilización griega tuvo lugar una importante ola de malaria y que las tasas de transmisión continuaron incrementándose a través del período del Imperio Romano [[- Lamb (1995), p. 433; Jones (1909).]].
Hipócrates (460–377 A.C.) realizó detalladas descripciones del curso y severidad relativa del tertian vs. Infecciones quartan [[- Langholf (1990).]]. También observó su asociación con los humedales, e incluso observó que el bazo agrandado (a menudo un síntoma de la infección crónica de la malaria) era particularmente frecuente en la gente que vivía en áreas pantanosas. Hay abundante evidencia de que la malaria era común en el Imperio Romano [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]]. Horacio, Lucrecio, Marcial y Tácito estaban entre los muchos autores latinos que mencionaron la enfermedad. Los pantanos del Pontino, cerca de la ciudad, eran conocidos como foco de infección. En el 200 D.C., los escritos detallados de Galeno y Celsus sobre los síntomas y el tratamiento de las “fiebres intermitentes” dan evidencia clara de que eran habituales tres especies del parásito: P. falciparum, P. ovale y P. vivax [[- Lamb (1995), p.433; Jones (1907).]].
La Edad Oscura
Se sabe relativamente poco sobre el clima después de la era romana, durante la Edad Oscura, pero parece haber habido una tendencia al enfriamiento a partir del siglo V en adelante, con algunos inviernos gravemente fríos. En el 763–64 D.C. había hielo en el mar de los Dardanelos, y en 859–60 el hielo del mar Adriático era lo bastante fuerte para sostener carros pesados. En 1010–11 incluso hacía bastante frío como para que se formase hielo en el Nilo. Una vez más los datos de los anillos de los árboles de California indican que este enfriamiento no se limitaba a Europa.
Sin embargo, los ejércitos de Visigodos, Vándalos, Ostrogodos y de otros “bárbaros” que barrieron el continente tuvieron que luchar contra la malaria, y a menudo ésta resultó ser un revés importante en sus campañas. Varios Papas y sacerdotes, incluyendo a San Agustín, el primer arzobispo de Canterbury, murieron de malaria durante sus viajes a Roma. A comienzos del nuevo milenio, los ejércitos de Otto el Grande, Otto II y Enrique II sufrieron seriamente la “fiebre romana” durante sus sitios a la Ciudad Santa.
La Edad Media
El Período Cálido Medieval, que alcanzó su pico alrededor del año 1.200, coincidió con avances importantes en la tecnología y la agricultura, y un significativo aumento de la población en la mayor parte de Europa. Los Vikingos establecieron colonias autosuficientes, cultivando avena y cebada, en el norte de Escandinavia, Islandia y Groenlandia. En las islas británicas, la labranza fue ampliada a altitudes mucho más altas de las que son hoy posibles, tan alto, que había quejas de los criadores de ovejas sobre la escasez de tierra disponible para el pastoreo. Los vitivinícolas ingleses podían mantener una producción constante de vino de alta calidad, a pesar de los esfuerzos de los comerciantes de Bordeaux por restringir las exportaciones inglesas por medio de tratados.
Las explosiones en las economías y en la cultura que ocurrieron durante este período cálido, se atribuyen, por lo menos en parte, al impacto beneficioso del clima cálido. Del Califato en España a la Rusia cristiana, los numerosos escritores medievales, incluyendo a Dante y Chaucer, mencionan a las “agues”, las “fiebres intermitentes”, los “tertians” (tercianas), los “quartans” (cuartanas) y situaciones parecidas [[- Dante (1949): Cantica I: Hell (L’inferno). Canto XVII, lines 85–8; Chaucer: (1977). ‘The Nun’s Priest’s Tale‘, lines 134–140.]].
Las temperaturas favorables y las lluvias pueden haber aumentado la transmisión de la malaria en años posteriores, pero los años de vida de Chaucer coincidieron con una tendencia de enfriamiento que culminó en una serie de inviernos crudamente fríos en las primeras décadas del siglo XV [[- Campbell (1991), p. 232.]]. La expansión agrícola previa se vio contraída. Hubo muchos años de hambruna, y un masivo abandono de granjas. A pesar de la ola de frío, la malaria persistió, incluso en las regiones nórdicas [[- BruceChwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]].
La Pequeña Edad de Hielo
La primera mitad del Siglo XVI fue nuevamente cálida. Las temperaturas eran probablemente similares a las del período 1900 a 1950. A mediados de siglo, sin embargo, tuvo lugar un notable cambio. Aproximadamente una década después de estos años particularmente calientes lo suficiente para que los jóvenes se bañasen en el Rin en enero el invierno de 1564–65 fue amargamente frío [[- Lamb (1995), p. 433.]]. Los siguientes 150–200 años llamados La Pequeña Edad de Hielo conformaron probablemente la era más fría desde el fin de la Edad de Hielo pasada, unos 10.000 años antes [[- Grove (1988).]]. A pesar de este espectacular descenso de la temperatura, la malaria persistió en todo Europa [[- BruceChwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]].
William Shakespeare (1564–1616) nació en el año de ese primer invierno feroz, y sin embargo, hay doce menciones del “ague” en sus escrituras. Él también hizo varias alusiones a la asociación entre la tierra pantanosa y la enfermedad, y el conocido Sir Andrew Aguecheek probablemente haga referencia a las temblorosas mejillas de este ineficaz héroe.
Los años 1594–97 fueron tan fríos y húmedos que las cosechas de trigo fueron un desastre, y a pesar de este clima, Guillermo Harvey (1578–1657), quien realizó las primeras descripciones de la circulación de la sangre, faltó mucho a su último año en la Universidad de Cambridge en 1597 por malaria. Años más tarde, hizo cuidadosas observaciones de casos de malaria en Londres. Los pantanos del distrito de Westminster, en donde actualmente se erige la Casa del Parlamento, eran un foco de malaria. En su tratado sobre El Movimiento del Corazón y de la Sangre en los Animales (1628), describió la patología clínica de los episodios febriles, incluyendo los cambios en la consistencia de la sangre que ocurren en los casos graves [[- Harvey (1993), p. 91.]].
En la fiebre terciana … en una primera instancia … el paciente [está] falto de aire, dispuesto al relajo, e indispuesto al esfuerzo … la sangre [es] forzada a los pulmones y se vuelve espesa. No pasa a través de ellos (pues yo mismo lo he visto al abrir los cuerpos de los que habían muerto en el principio del ataque), cuando el pulso es siempre frecuente, bajo, y de vez en cuando irregular; pero el calor aumenta … y cuando el tránsito está hecho, el cuerpo entero comienza a levantar temperatura, y el pulso llega a ser más pesado y más fuerte. El paroxismo febril está completamente formado …
Thomas Sydenham (1624–89), un médico notable, también vivió algunos de los años más fríos de la Era, con esto y todo, frecuentemente hace referencia a las tercianas y cuartanas [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]].
Incluso remarcó, que “cuando los insectos hacen un enjambre extraordinario y cuando … las agues (especialmente los «quartans» o cuartanas) aparecen temprano en pleno verano, el otoño se vuelve enfermizo” [[- Citado en BruceChwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]].
No todos los veranos de la Corta Edad de Hielo eran frescos. La temperatura promedio era probablemente 1ºC más alta que en el Siglo XX, pero también parece haber habido un incremento en la variación del clima, con amplias diferencias entre grupos de seis a ocho años. Los veranos un poco cálidos pueden haber contribuido a estos y otros brotes, pero la transmisión no se restringió a esos años. Durante 1657–58, la nieve cubrió el suelo por 102 días, hizo extremadamente frío, incluso para el clima de esos tiempos y a pesar de esto, Oliver Cromwell (1599–1658) murió de malaria en septiembre de 1658, un duro invierno como cualquier otro.
Las temperaturas estuvieron probablemente en su punto más bajo durante el período 1670 a 1700, y a pesar de esto fue durante ese tiempo que Robert Talbor (c.1642–81) convenció a la aristocracia de Inglaterra y Europa para que le compraran las prescripciones que curaban la malaria que él había desarrollado en las tierras pantanosas de Essex [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p.240; Dock (1927), pp. 241–47; Siegel and Poynter (1962), pp. 82–85; Dobson (1998), pp. 69–81; Poser and Bruyn (1999), p.165.]]. Éstas estaban basadas en la corteza del quino, fuente de la quinina natural, y con las cuales hizo una gran fortuna y fama a través de Europa. En el mismo período, Daniel Defoe (1660–1731) describió la vida en los pantanos con dengue de Essex: [[- Defoe (1986).]].
Una extraña afección del sexo [femenino] ocurría aquí … era muy frecuente conocer a hombres que habían tenido entre cinco a seis, hasta catorce o quince esposas … la razón … era ésta: que ellos (los hombres) que eran criados en los pantanos y vivieron en los pantanos, iban a la región montañosa … a buscar una esposa: muchachas jóvenes acostumbradas al aire sano y fresco, las cuales se encontraban sanas, frescas y claras, y bien; pero cuando cambiaron su aire nativo por el de los pantanos … su tez cambió, padecían un ague o dos, y raramente vivían más de medio año, o un año como mucho; y entonces … [los hombres] volvían a ir a las tierras altas otra vez, y traerían otras; de modo que el casarse seguido era una costumbre entre los hombres del pantano [[- Ekblom (1938), pp. 647–55.]].
La Dra. Mary Dobson investigó magistralmente la demografía, y el impacto epidemiológico y social de la malaria en Inglaterra durante ese período [[- Dobson (1980), pp. 357–89; Dobson (1989), pp. 3–7; Dobson (1994), pp. 35–60. Dobson (1997), p. 647.]]. Halló que la enfermedad era especialmente frecuente en áreas pantanosas salobres, el hábitat preferido de un vector eficaz de la malaria, el An. atroparvus. Los datos de los expedientes de entierros mostraron que las tasas de mortalidad en “regiones pantanosas” eran más elevadas que aquellas de las tierras altas y son comparables hoy en día a los registros de las áreas de transmisión estable de la malaria en el África Subsahariana [[- Reiter (2000), pp. 1–11.]].
Luego de la Corta Edad de Hielo, desde comienzos del Siglo XVIII hasta la actualidad, las temperaturas han vuelto gradualmente a los niveles que prevalecieron antes de mediados de Siglo XVI. Sin embargo, la marcada tendencia de la Corta Edad de Hielo persistió por lo menos 150 años más. De hecho, por los años 1770, como sucede actualmente, era motivo de preocupación que el clima fuera cada vez más errático, y esto incitó un nuevo énfasis para la creación de registros de las variaciones del tiempo. Algunos de los períodos fríos, particularmente aquellos entre 1752 y 1840, probablemente se debieron a erupciones volcánicas importantes. Cualquiera fuera su causa, estos episodios acompañados por avances importantes de los glaciares alpinos a partir de 1820 a 1850 persistieron hasta que una ola más cálida se fue estableciendo para finales del siglo XIX [[- Lamb (1995), p. 433; Grove (1988).]].
Los registros de los siglos XVIII y XIX revelan los límites norteños de la transmisión de la malaria. En las islas británicas, la enfermedad era común en la mayoría de Inglaterra y en muchas partes de Escocia, con transmisiones ocasionales al norte de Inverness como su punto más lejano. Era endémica en Dinamarca, en áreas costeras de Noruega meridional, y en el sur de Suecia [[- Ekblom (1938), pp. 647–55.]] y de Finlandia [[- Renkonen (1944), pp. 261–75.]]. En Rusia era común en las provincias bálticas y hacia el este en las latitudes similares a través de Siberia. La temperatura media de enero en algunas de estas regiones era menor que -20°C (-4°F). Claramente, la distribución de la enfermedad fue determinada por el calor de los veranos, y no la crudeza de los inviernos. El límite norteño de transmisión – [[Russell (1956), pp. 937–65.]] quedó definido por el isoterma de 15°C en julio y no el isoterma de invierno de 15°C, según lo indicado en varios artículos extensamente citados sobre el cambio climático [[- Patz (1996), pp. 217–23; Epstein (1998), pp. 409–17.]].
La declinación de la malaria en Europa
Para la segunda mitad del siglo XIX la malaria comenzó a declinar en muchas partes del norte de Europa. Dinamarca sufrió epidemias devastadoras hasta los años de 1860, particularmente en el campo alrededor de Copenhague, pero la transmisión disminuyó después y casi había desaparecido hacia finales de siglo [[- Wesenberg-Lund (1921), pp. 383–86.]]. El cuadro era similar en Suecia, aunque aparecieron casos aislados hasta 1939 [[- Ekblom (1938), pp. 647–55.]].
En Inglaterra, hubo una disminución gradual de la transmisión hasta los años 1880, después de lo cual cayó abruptamente y llegó a ser relativamente rara excepto un breve período posterior a la Primera Guerra Mundial [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p. 240; James (1920), pp. 71–85.]]. En Alemania, la transmisión también disminuyó rápidamente después de 1880; luego de la Primera Guerra Mundial quedó confinada a algunas regiones pantanosas [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p.240.]]. El último brote, localmente transmitido en Paris, fue en 1865 durante la construcción de los grandes bulevares, y la enfermedad había desaparecido en gran parte del resto de Francia para finales de siglo [[- Crosnier (1953), pp. 1299–1388; Laigret (1953), pp.1308–12.]]. En Suiza, la mayoría de los focos habían desaparecido en 1890 [[- Galli Valerio (1917), pp. 440–54.]].
La disminución de la malaria en todos estos países no puede ser atribuible al cambio del clima, porque ocurrió durante una fase de calentamiento, cuando las temperaturas eran ya mucho más altas que durante la Corta Edad de Hielo. Sin embargo, existieron una serie de otros factores que pueden ser identificados como responsables:
-Ecología del paisaje : La “malaria huye antes de que el arado llegue” reza un viejo refrán italiano, y de hecho en muchas partes de Europa, un mejorado sistema de drenaje, la recuperación de la tierra pantanosa para el cultivo y la adopción de nuevos métodos de labranza sirvieron para eliminar el hábitat del mosquito.
-Nuevas cosechas : La cosecha de nuevos cultivos de raíces, tales como los nabos y las remolachas, fueron adoptados como forraje de invierno. Esto permitió a los agricultores mantener números más grandes de animales durante el año, así desviaron a los mosquitos de la alimentación de seres humanos.
-Surgimiento de nuevas prácticas : La crianza selectiva de ganados, y la introducción de nuevas especies (como el cerdo doméstico chino), conjuntamente con los nuevos forrajes verdes, permitieron a los granjeros mantener grandes poblaciones de animales de granja dentro de establos antes que en campos abiertos y arbolados. Estos edificios sirvieron como sitios atractivos para que los mosquitos adultos descansen y se alimenten desviándolos de los hábitats humanos.
-Mecanización : Las poblaciones rurales declinaron a medida que la maquinaria substituyó el trabajo manual. Esto redujo todavía más la disponibilidad de seres humanos en relación con los animales como sustento para los mosquitos, y de seres humanos como anfitriones para el parásito.
-Condiciones de la vida humana : Los nuevos materiales y las mejoras en los métodos de construcción hicieron a los hogares más efectivos contra los mosquitos, especialmente en invierno otro factor que redujo el contacto con el vector.
-Cuidado de la salud : Un mayor acceso a la asistencia médica y el uso más amplio de la quinina redujeron el índice de supervivencia del parásito de la malaria en su anfitrión humano. Gran parte de la disminución de la malaria se dio antes del reconocimiento del papel del mosquito en su transmisión. Así, para gran parte de la región, el control deliberado del mosquito desempeñó un papel pequeño o sin importancia en su eventual eliminación.
La persistencia de la malaria en la URSS
En países donde estaban ausentes los profundos cambios en la agricultura y la ganadería, la malaria no disminuyó. En Rusia, del Mar Negro a Siberia, las epidemias más importantes ocurrieron durante el Siglo XIX, y la enfermedad seguía siendo uno de los principales problemas de salud pública durante la primera mitad del Siglo XX [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]]. En 1900, la incidencia anual en los cuarteles militares era 6,6 por 1.000 en San Petersburgo, 31,0 por 1.000 en Moscú, y varios cientos por 1.000 en las provincias ubicadas más al sur. La incidencia anual entre 1900 a 1904 era 3.285.820, pero para el período 1933 a 1937, se había elevado a 7.567.348.
Parte de este aumento se puede atribuir a reportes más eficaces, pero no hay duda de que la enfermedad llegó a ser mucho más frecuente después de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución. En los años 20 en los comienzos de una masiva crisis social y económica, como resultado de dos años de severa sequía, y de un año de extensas inundaciones se abatió una epidemia sobre toda la Unión Soviética [[- Hackett (1937), p. 336.]]. Para 1923–25 el numero oficial de casos era de 16,5 millones, de los cuales no menos de 600.000 fueron fatales. Miles de infecciones, muchas causadas por el P. falciparum, ocurrieron en lugares tan al norte como el puerto ártico de Archangel (61° 30’N).
El gobierno soviético parecía haber logrado un cierto progreso contra la enfermedad en los años 30, principalmente por el uso de drenajes, la repoblación forestal, y métodos naturales tales como el aprovechamiento de peces que se alimentan de larvas de mosquitos. La Segunda Guerra Mundial interrumpió estos esfuerzos, y la transmisión se elevó, particularmente en Ucrania, Belarús y otras áreas ocupadas. Finalmente, en 1951, se inició una enorme campaña múltiple contra la malaria. Implicó el uso de DDT y de otros insecticidas residuales, de terapia anti-malaria, de recuperación de tierra, del manejo del agua, de la educación sobre salud pública y de muchos otros enfoques. Este esfuerzo gigantesco finalmente trajo una reducción dramática de la transmisión, de modo que a mediados de los años cincuenta la incidencia anual nacional estuvo debajo de 1 por 10.000 [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]].
Hasta la colectivización de las tierras de labranza, que comenzó en el invierno de 1929–30, la Unión Soviética estuvo en gran parte excluida de la revolución agrícola. Para 1936, todo el cultivo estaba controlado esencialmente por el gobierno, y a modo de protesta, muchos campesinos decidieron matar su ganado, y destruir sus equipos. Estos acontecimientos funcionaron de manera opuesta a muchos de los cambios que habían reducido la transmisión en gran parte de Europa. En las vecinas Polonia y Finlandia, la agricultura también fue menos avanzada que en gran parte del resto de Europa del norte, y la malaria continuaba siendo un problema, pero la lenta modernización probablemente contribuía a la tendencia a la baja constante de casos.
El contraste entre la devastación causada por la malaria en la Unión Soviética hasta los años 50 y su erradicación en otros países de latitudes similares en el siglo anterior es una ilustración viva de la importancia de factores no climáticos en la transmisión.
La persistencia de la malaria en el sur de Europa
La malaria seguía siendo bastante frecuente en gran parte de la Europa mediterránea, los Balcanes y los países que rodean el Mar Negro hasta después de la Segunda Guerra Mundial [[- Hackett (1937), p. 336.]]. Un número de especies vectores eficaces, una abundancia de sitios prolíficos de crianza de mosquitos, el clima cálido y una larga estación de verano eran todos factores propicios para la transmisión.
Además, gran parte de la región no fue afectada por los cambios ambientales asociados a la agricultura moderna. Parte de esta carencia de cambios se puede atribuir a la enfermedad en sí misma, porque la pobreza y falta de progreso caracterizaron a muchas de las regiones altamente palúdicas.
En el norte de Italia, por ejemplo, una gran parte de Piamonte y Lombardía estaban libres de la transmisión. Por el contrario, grandes porciones del resto del país, particularmente en Cerdeña, Calabria y Sicilia, seguían virtualmente sin ser cultivadas hasta los años 50, por lo menos en parte debido a los estragos causados por la enfermedad. Lo mismo ocurrió en importantes regiones de España, Grecia, Rumania y Bulgaria [[- BruceChwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]].
La eliminación final de la malaria en Europa
Hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, el único tratamiento eficaz para el control del mosquito era apuntar a los sitios de crianza por modificaciones al medioambiente tales como drenajes y terraplenes, y por el uso de aceites o de productos químicos insecticidas. Estos métodos eran costosos, así que fueron aplicados principalmente en los centros urbanos y otras áreas de alta importancia económica. El advenimiento del DDT revolucionó el control de la malaria [[- Brown, Haworth and Zahar (1976), pp. 1–25.]].
Permitió un tratamiento barato, seguro, y eficaz que se aplicaba en el sitio donde ocurrían la mayoría de las infecciones: el hogar.
El método de tratamiento principal era aplicar 2 gm/m2 a las superficies interiores una vez cada seis meses. Los mosquitos morían por contacto al entrar en las superficies tratadas. Los esfuerzos iniciales en Italia, Chipre y Grecia fueron tan acertados que se tomó la decisión de suprimir la enfermedad en todo Europa [[- Gilles and Warrell (1993); Bruce-Chwatt (1987), pp. 75–110.]].
La campaña se basó en un uso cuidadoso de principios científicos, del planeamiento minucioso, de la administración eficiente, del financiamiento abundante y del énfasis continuo en la evaluación. Fue orquestada por varias agencias internacionales, principalmente la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de los Niños de Naciones Unidas (Unicef), así como numerosos organismos nacionales, incluyendo el servicio médico público de los EE.UU. La división internacional de la salud de la fundación Rockefeller también proporcionó abundante ayuda financiera y técnica. Para 1961, la erradicación había sido alcanzada ya en muchos países. El continente entero finalmente fue declarado libre de malaria endémica en 1975. [[- WHO (1978), pp. 9–17.]]. Uno de los últimos países en ser declarado libre de malaria fue Holanda.
Holanda: una ilustración de la complejidad de la transmisión de la malaria
La persistencia de la malaria en Holanda, un país que ha tenido una posición central en la vida económica de Europa occidental desde la Edad Media, es una buena ilustración de cómo las condiciones locales hacen a la transmisión de la malaria extremadamente compleja.
En el siglo XIX, a pesar del gran progreso en los drenajes y los cultivos, los “países bajos” densamente poblados, eran la región más palúdica de Europa del norte. Durante las Guerras Napoleónicas, el fracaso de la expedición británica de Walcheren (1809) fue atribuido a la malaria, después de que 4.000 soldados murieran de fiebre. Brotes severos, también atribuidos a la enfermedad, ocurrieron en 1826, 1834 y 1846, causando miles de muertes [[- Lloyd and Coulter (1961).]].
El vector dominante, Anofeles maculipennis, estaba presente en todo el país. Sin embargo, la enfermedad era particularmente frecuente en las áreas que habían sido ganadas al mar, especialmente en Noord Holand, una provincia que incluye a las ciudades de Haarlem y de Amsterdam. Por otra parte, el mayor pico de incidencia ocurría en primavera, más que en verano u otoño.
La solución a este rompecabezas es uno de los triunfos clásicos de la entomología [[- Hackett (1937), p. 336.]]. Investigaciones revelaron que An. maculipennis no era una, sino varias especies “hermanadas” [[- Hackett and Missiroli (1935), pp. 45–109.]]: An. atroparvus, que pone sus huevos en agua salobre; An. messeae, que prefiere el agua dulce; y An. maculipennis propiamente, que viven en el interior del país, en áreas no palúdicas.
En laboratorio, los An. messeae y los An. atroparvus eran excelentes vectores de la malaria. En el campo, el cuadro era muy diferente. Ambas especies prefirieron alimentarse de animales domésticos más que de seres humanos, pero mientras que los An. atroparvus se inclinaban por los establos, los An. messeae prefirieron vertientes deshabitadas y otras viviendas sin calefacción. Para el otoño, los An. messeae habían engordado, lo que les permitió hibernar. Por el contrario, los An. atroparvus seguían siendo semiactivos, alimentándose a intervalos regulares a través del invierno. Aunque preferían alimentarse de animales de campo, de vez en cuando vagaban por las viviendas humanas cercanas. Si las personas infectadas con el patógeno de la malaria estaban presentes, el mosquito adquiría la infección.
Así, como en muchos países tropicales, la transmisión en Holanda ocurría durante todo del año, a pesar de que en invierno las temperaturas podrían llegar debajo de los -20°C. Sin embargo, los ovarios del mosquito no desarrollaban los huevos hasta el advenimiento de la primavera, una condición conocida como disociación gonadotrópica. Un giro adicional a la historia era que la cepa local del Plasmodium vivax tenía un período particularmente largo de incubación, así que las personas infectadas en otoño e invierno solamente mostraban síntomas de la enfermedad en primavera, después de que hubiera emergido la primera nueva cría de mosquitos [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p. 336.]].
En 1932 se construyó un dique para encerrar Zuider Zee, un área extensa de agua salobre al este de Noord Holand. La acumulación de agua de río detrás de este dique causó una disminución gradual de la salinidad de la tierra circundante, reduciendo drásticamente el hábitat larval de los An. Atroparvus. [[- de Jong, JCM (1952), pp. 206–9.]].
Además, se dieron cambios importantes en las condiciones de vida de los seres humanos. Las nuevas granjas se ubicaron más separadas de las vertientes y de los establos de ganado, y la estructura y calefacción las hizo mucho menos hospitalarias a los mosquitos acostumbrados al frío [[- Bruce Chwatt and de Zulueta (1980), p. 240.]]. Así, aunque la enfermedad finalmente fue erradicada por el uso frecuente de DDT y la administración de drogas antimalaria; la ecología, la fisiología, el comportamiento y la supervivencia del vector, más la interacción del patógeno con el vector y el anfitrión, contribuyeron todos a su desaparición.
¿Puede la malaria regresar a Europa?
En gran parte de Europa, los cambios en las formas y condiciones de vida fueron el factor más importante de la eliminación de la malaria. Incluso en países donde esos factores fueron menores, la desaparición de la enfermedad no requirió la eliminación total del vector. Los tratamientos residuales eran eficaces porque redujeron la vida del insecto adulto, limitando la probabilidad de transmisión y conduciendo a la eventual eliminación del parásito. Así, los mosquitos que transportan la malaria todavía están presentes en las aguas salobres de Inglaterra, en los campos de arroz de Italia, en los estanques de Polonia, en los charcos de los bosques de Finlandia y en los riachuelos pantanosos de Rusia.
Los avances en la agricultura y las mejoras en los estándares de vida han limitado las poblaciones de mosquitos y han reducido su contacto con los seres humanos en muchas regiones, aunque éste no sea siempre el caso. Por ejemplo, los exámenes recientes demuestran que en grandes áreas de Italia, las poblaciones del mosquito Anófeles han vuelto a niveles nunca antes vistos desde la era del DDT. En términos entomológicos, las infestaciones son comparables con aquellas áreas de África que tienen tasas extremadamente altas de transmisión.
Sin embargo, el potencial malariogénico de Italia se considera muy bajo, y el reestablecimiento de la malaria se juzga inverosímil a menos que los estándares de vida se deterioren drásticamente [[- Guido Sabatinelli, OMS, Oficina Regional de Europa, Copenhague, Dinamarca.]]. Incluso, si la actual tendencia al calentamiento continúa, las estrategias humanas para evitar temperaturas más calientes particularmente la vida de interior y el aire acondicionado probablemente se vuelvan más extensivas.
Por supuesto, esto no significa que la enfermedad estará enteramente ausente. Los viajes internacionales y los movimientos de población facilitarán la introducción desde otras partes del mundo. Por ejemplo, en 1997 la OMS registró 12.328 casos de malaria importada en la región europea. Tales casos conducen de vez en cuando a transmisiones en verano [[- 64.Zucker (1996).]], recientemente reportadas en lugares tan al norte como Toronto y Berlín. Sin embargo, en todos los países ricos, los brotes tienden a ser pequeños, fácilmente contenidos y confinados a un área geográfica limitada.
Lo mismo no ocurre en regiones menos opulentas. Las fuertes crisis económicas, combinadas con inestabilidad política, han traído consigo epidemias de tifus, difteria y otras enfermedades infecciosas a varios países de la ex Unión Soviética.
En los años 90, la epidemia de malaria hizo una dramática reaparición en Armenia, Azerbaiján, Tayikistán, Turquía y Turkmenistán. Los casos también registraron en Dagestan (Federación Rusa), Georgia, Kazajstán, Kyrgizstan y Uzbekistán [[- Sabatinelli (1998).]]. Es absolutamente posible que la enfermedad pueda propagarse hacia el norte en Rusia y hacia el oeste alrededor del Mar Negro. El conflicto de 1999 en los estados balcánicos fue en la misma región donde cientos de miles fueron infectados con malaria durante la Primera Guerra Mundial. La transmisión endémica en tales áreas podría ser significativa si se reintrodujera el parásito. El cambio climático puede aumentar esta posibilidad, particularmente en altas latitudes (como Siberia) aunque la baja estabilidad debe facilitar el control.
Perspectiva en la discusión global
La historia de la malaria en Europa, especialmente durante los períodos en que el clima era mucho más frío que el actual, contradice la noción popular que la enfermedad está restringida a las zonas tropicales , sin embargo los autores de muchas influyentes publicaciones sobre cambio climático comparten esta concepción errónea.
Por ejemplo, en 1995, el Panel Internacional del Cambio Climático (IPCC) confiadamente pronosticó que la malaria y otras enfermedades transportadas por mosquitos se moverían desde las zonas tropicales a regiones templadas [[- Watson, Zinyowera, and Moss (1996).]]. De modo parecido, en 1997, la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) del gobierno de EE.UU. indicó que en el siglo XXI habría: “un aumento aproximado de entre 45 y 60 por ciento en la proporción de la población del mundo que viviría dentro de la zona potencial para la transmisión de la malaria”. Según sus cálculos, esto podía dar lugar a 50–80 millones de casos adicionales anualmente [[EPA (1997), pp. 1–4.]]. Otras publicaciones incluían mapas que mostraban el futuro alcance de la enfermedad extendiéndose al sur de Europa.
En los últimos dos años el tema ha sido tratado más cautamente, pero las suposiciones y las predicciones intuitivas de la “extensión” de la malaria de las zonas tropicales a regiones templadas todavía persisten. Así, en su tercer informe de evaluación, el IPCC repite la afirmación que, “la gama geográfica de la malaria se limita a las zonas tropicales y las subtropicales» [[- Manning and Nobre (2001), p. 74.]] y el EPA continúa afirmando que “el calentamiento global también puede aumentar el riesgo … de las enfermedades infecciosas … que aparecen solamente en áreas cálidas. Las enfermedades tales como la malaria podrían llegar a ser más frecuentes si las temperaturas más cálidas permiten [a los mosquitos] establecerse más al norte” [[- EPA (2002), pp. 1–4.]]. Activistas ambientales citan estas declaraciones oficiales y agregan advertencias que son aún más gráficas. Por ejemplo, World Wildlife Fund cita al IPCC, seguido por una declaración que decía: “la malaria se extiende solamente en los lugares en donde las temperaturas mínimas en invierno no son menores a 16°C”.
Incluso afirma que los “brotes pequeños que ahora ocurren al norte y sur de las regiones tropicales son consistentes con las proyecciones modelo” y apoyan esto alegando la transmisión local de la malaria en EE.UU. y Canadá “durante períodos particularmente calurosos y húmedos” [[- Epstein (2002).]].
Los brotes a los que se refieren están todos asociados a casos importados y ocurrieron en regiones donde la malaria era común.
Creo que tal información falsa debe ser tratada seriamente. Hay muchos comentarios sobre esfuerzos de mejorar la salud de las naciones más pobres. Al mismo tiempo, los conceptos erróneos de las enfermedades transportadas por mosquitos se utilizan para gastar cantidades colosales de recursos escasos “para detener” el calentamiento global, incluso a pesar de que los expertos en clima confiesen que la verdadera contribución de las actividades humanas a la actual tendencia del calentamiento es incierta.
La historia está repleta de extrañas decisiones basadas en la superstición e ideas falsas. Hay una tendencia a asumir que la ciencia moderna es prueba y error. Mientras que es cierto que el orden público es manejado cada vez más por la ciencia, es también verdad que mucha de ciencia es alimentada por el orden público.
La historia de la malaria en Europa es extensamente conocida y fácilmente accesible en cualquier buena biblioteca. Sin embargo, son comunes las predicciones mal informadas sobre la propagación de ésta y de otras enfermedades transmitidas por vectores a las áreas templadas incluso en la literatura científica y son extensamente citadas en la discusión pública de la política nacional e internacional sobre calentamiento global.
En mi opinión, estas predicciones son sostenidas por:
(1) conceptos hipocráticos de la asociación entre el clima y la enfermedad;
(2) el miedo a las cosas tropicales;
(3) una indiferencia por el pasado; y
(4) una necesidad para simplificar los conceptos para consumo público.
La verdad, como hemos visto, es que la historia natural de la malaria es compleja, y la interacción del clima, la ecología, los vectores biológicos y muchos otros factores desafían los análisis simplistas.
Lo triste es que hay poco que nosotros los científicos podamos hacer para desafiar las campañas de información falsa. Ninguno de nosotros niega que la temperatura es un factor en la transmisión de enfermedades transmitidas por mosquitos, y que la transmisión puede verse afectada si el clima del mundo continúa calentándose. Pero es inmoral que los activistas políticos engañen al público atribuyendo el resurgimiento reciente de estas enfermedades al cambio del clima, particularmente en África. Las verdaderas razones son lejanamente más complejas, y los principales determinantes son la política, la economía, y las actividades humanas. Se necesita de forma urgente un uso creativo y organizado de los recursos para corregir la situación, sin importar el clima futuro.
El Dr. Paul Reiter es profesor en el Instituto Pasteur de París a cargo de la nueva unidad de Insectos y Enfermedades Infecciosas. En su carrera de más 30 años en la salud pública, trabajó 21 años como investigador para el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU, (CDC). Su trabajo como especialista en el área de enfermedades transmisibles, le ha llevado a casi todas partes del mundo en sus investigaciones sobre malaria, filariasis, dengue, fiebre amarilla, encefalitis de St. Louis y del Nilo Oeste.
Ha sido miembro del Comité de Expertos Asesores de la OMS sobre biología y Control de Vectores desde 1998, consultor para diversos Grupos Científicos de Trabajo de la OMS. También trabajó para la Organización Panamericana de Salud y otras agencias en la investigación de estallido de epidemias de enfermedades transmitidas por mosquitos, como también ha investigado el SIDA y la fiebre hemorrágica Ébola y oncocerciasis.
Fue el autor principal de la Sección Salud de programa Norteamericano de Evaluación Nacional de las Consecuencias Potenciales de la Variabilidad y Cambio del Clima, y un autor contribuyente del TAR, Tercer Informe del IPCC. Ha sido Presidente del Comité Americano de Entomología Médica de la Sociedad Americana de Medicina Tropical e Higiene, y de muchos otros comités de otras asociaciones profesionales.
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Fuente: web International Policy Network
Otros documentos adjuntos
– Boletín Armas para Defender la Salud
50) 28-12-2009 F. William Engdahl: OMS: acusan de corrupción al «papa de la gripe A».
– Boletín Armas Contra las Guerras:
(18 de abril de 2010)