Tal y como aparece redactada la información que comentamos, no queda muy claro quién realiza el desaguisado, si es Oxfam o su asesor en biocombustibles, o si es responsable la agencia de noticias o su hombre en Bruselas.
Pero si se lee con un poco de atención dicha información salta a la vista el sesgo ideológico del titular escogido o cuando menos su escandalosa inexactitud. A tenor de lo que dice la propia noticia en sus siguientes párrafos, no es el biocombustible el causante del empobrecimiento de millones de personas, ni del incremento en los precios mundiales de los alimentos, ni de la pobreza de 30 millones de personas, ni de la escasez de granos ni del encarecimiento de las materias primas; tampoco la demanda de biocombustibles, para el transporte en los países ricos, provoca la escalada de la producción ni la inflación de los alimentos como el sensacionalista y catastrofista bombardeo de los tres primeros párrafos asegura y agobia.
Para hallar los problemas reales a que nos enfrentamos, y sus causas, hay que pararse a leer los dos párrafos siguientes, 4º y 5º: los mínimos históricos en el nivel de reserva de granos, y los aranceles a la importación y los subsidios para biocombustibles por parte de los países ricos.
Y fijarnos, muy especialmente, en el siguiente párrafo, el 6º, donde se afirma que estos mismos países ricos —¿por qué lo son? habría que preguntarse primero, pero, aunque es una cuestión íntimamente relacionada con la pobreza y el hambre mundiales, quede para otro momento su respuesta— gastaron 9.700 millones de euros, en 2007, para apoyar a los biocombustibles bloqueando el más barato etanol brasileño, que es mucho menos dañino para la seguridad alimentaria global, según el propio informe de Oxfam.
El problema no parece que radique en que los países desarrollados usen cada vez más biocombustibles para reducir su dependencia de los combustibles fósiles a la vez que disminuír las emisiones de dióxido de carbono, sino en cuáles se utilizan y de qué prácticas y políticas comerciales se valga la Unión Europea, en concreto, para que en 2020 el 10% de su transporte haga uso de combustibles de fuentes renovables como el biocombustible. Para lo cual habría previamente que debatir, precisar y definir el propio concepto de biocombustible, qué puede y qué no debe calificarse como tal y bajo qué condiciones y circunstancias.
Oxfam advierte que las metas y objetivos de la UE sobre todo respecto a la utilización del aceite de palma como biocombustible generaría emisiones de más de 3.100 millones de toneladas de dióxido de carbono. A continuación une dicha estimación a los biocombustibles, a todos, sin matices ni distingos, y sus consecuencias sobre la agricultura, los suelos y la vegetación, los bosques y los pantanos.
Oxfam y/o Reuters entremezclan varios problemas distintos en un totum revolutum que provoca un resultado, pretendido o no, que nos llevaría una vez más, en un siguiente paso, a la inevitabilidad de la energía nuclear: si petróleo hay poco, caro y se agota a plazo fijo; y los biocombustibles, todos, generan más daño que ventajas, ¿qué nos quedaría, si no?, cuando además en ningún momento ni circunstancia es planteable siquiera abandonar las pautas de consumo/despilfarro energético del actual modelo de desarrollo económico-social.
Debe revisarse, sin duda, qué biocombustibles utilizar y cuáles no, y cómo y de qué manera. La misma organización Oxfam contrapone al aceite de palma el etanol de Brasil, o los provenientes de desechos agrícolas y madereros y basura doméstica, éstos últimos biocombustibles de segunda generación a cuya disponibilidad comercial condicionaría en el mejor de los casos la UE su política energética. Pero no parece, a priori, que sin más sean los biocombustibles los causantes de la apropiación de tierras destinadas a la agricultura, obligando a los productores rurales a ocupar a su vez bosques y pantanos.
Son imprescindibles análisis más rigurosos y comprometidos con la denuncia de las políticas comerciales y financieras de las instituciones y organismos internacionales (Organización Mundial de Comercio, etc.), auténticos ejecutores de la depredadora práctica concreta, en el día a día, de las grandes corporaciones transnacionales, que lo mismo nos venden hoy las bondades de los casi siempre manipuladoramente denominados «biocombustibles», como los desprestigian al día siguiente, y tras haber obtenido pingües beneficios a expensas de la miseria y explotación de 3/4 de la población mundial, para vendernos las descubiertas bondades del nuevo maná de turno, sean organismos genéticamente modificados o se trate del redescubierto átomo.
El biocombustible empobrece a millones de personas, dice Oxfam
BRUSELAS (Reuters) – Los biocombustibles son responsables por el 30 por ciento del incremento en los precios mundiales de los alimentos, empujando a 30 millones de personas a la pobreza, dijo el miércoles en un informe la organización internacional Oxfam.
El uso de biocombustibles está aumentando a medida que los países desarrollados tratan de reducir su dependencia al petróleo extranjero y de disminuir las emisiones de dióxido de carbono, pero para quienes lo critican esto ha llevado a una escasez de granos y a un encarecimiento de las materias primas.
«La demanda de los países ricos por más biocombustibles para su transporte está provocando la escalada de la producción y la inflación de los alimentos», dijo Rob Bailey, asesor de Oxfam para políticas de biocombustibles.
«Las reservas de granos están ahora en su mínimo histórico», agregó.
Oxfam – una organización internacional de promoción del desarrollo y lucha contra el hambre – pidió a los países ricos que desmantelen los subsidios para biocombustibles y reduzcan los aranceles a la importación.
«Los países ricos gastaron hasta 15.000 millones de dólares (unos 9.700 millones de euros) el año pasado para apoyar a los biocombustibles bloqueando el más barato etanol brasileño, que es mucho menos dañino para la seguridad alimentaria global», señala el informe.
La responsabilidad de los países ricos
Oxfam también instó a los países ricos a abandonar sus objetivos para el biocombustible, incluidos los planes de la Unión Europea (UE) de hacer que el 10 por ciento de su transporte utilice combustibles de fuentes renovables – como el biocombustible – para el 2020.
La UE planea estrictos criterios para garantizar que los biocombusibles no produzcan más daño que ventajas. Algunos Estados miembros desean metas condicionadas a la disponibilidad comercial de biocombustibles de segunda generación, provenientes de desechos agrícolas, madereros y la basura doméstica.
Oxfam estima que para el 2020, las emisiones de dióxido de carbono por el cambio en el uso de la tierra en el sector de aceite de palma llegaría a superar los 3.100 millones de toneladas, en gran parte como resultado de las metas de la UE.
Se necesitarían 46 años de uso de biocombustibles a los niveles del 2020 para subsanar esa «deuda de emisiones de dióxido de carbono».
«Los biocombustibles están apropiándose de tierras destinadas a la agricultura, y obligan a los productores rurales a pasarse a tierras que son importantes para contrarrestar los niveles de dióxido de carbono, como los bosques y los pantanos», señala el reporte.
«Eso provoca la liberación de dióxido de carbono desde los suelos y la vegetación, que llevará décadas reparar», concluye.
Por Pete Harrison
(artículo publicado en un diario digital español, 25 de junio de 2008)