Para Mikel García García (médico, psicólogo clínico y psicoterapeuta reichiano) el síndrome depresivo se caracteriza por dos elementos que tienen que darse a la vez, uno psicológico que es la emoción de la tristeza y otro corporal que es la lentitud psicomotriz. Entre los síntomas que engloba sobresalen la apatía, el aburrimiento, la melancolía, la nostalgia del pasado, la negación del presente, el pesimismo en el futuro, la lentitud en los movimientos, pobreza en los gestos, poca comunicación y respuestas breves, junto con trastornos del sueño y de la alimentación (anorexia, bulimia), trastornos neurovegetativos y manifestaciones físicas de angustia.
Varios de estos síntomas son emociones normales. La tristeza, por ejemplo, no tiene por qué ser sinónimo de depresión, sino que puede ser una emoción real racional relacionada con circunstancias de la vida de una persona, una respuesta sana por tanto que expresa una dolencia. Todos tenemos un cierto grado de depresión o tristeza, pero: «Si bien la tristeza debe darse en muchos momentos de nuestra vida cotidiana en relación a las carencias del medio que nos rodea, el estado depresivo supone ya una alteración importante, no natural, de la persona».
De manera análoga, el duelo es un estado psicofísico también real, que puede darse como consecuencia de la pérdida del ser amado o de una situación vital: «El tiempo de duelo es un tiempo que hay que vivir, consecuencia real de algo valioso que ha desaparecido, y responde a una lógica natural. Precisamente el no vivir el duelo en una situación lógica para ello está reflejando una sintomatología depresiva».
E igualmente, abatimiento y fatiga pueden producirse por mil motivos reales y actuales, consecuencia de una situación de estrés excesivo (por factores de medicación, preocupaciones económicas, exceso de trabajo) que «Pueden crear aparentemente un estado depresivo que no es tal sino simplemente una situación de confusión, de obnubilación, de malestar».
Mikel García considera que tristeza, duelo, abatimiento y fatiga pueden responder a elementos reales y actuales. En la depresión, en cambio, —y aunque influye el momento del presente actual, que puede jugar un papel más o menos importante según el tipo de estado depresivo— siempre existe un componente histórico en su proceso de gestación y aparición: «La depresión surge cuando se produce una relación de la vida actual con elementos anteriores de la vida e historia del sujeto. Hay que considerar un estado latente y la relación con lo actual. No es un estado final, muchas veces es una defensa para no vivir otras cosas como la angustia de la separación o el miedo profundo de algo. Han de verse las bases por las que la persona se defiende con esa depresión».
Factores psicosociales
Revisando diversas investigaciones al respecto: «Se estima que la prevalencia de la depresión es masiva en la población, oscilando entre el 13 y el 20%».
Son factores psicosociales de la depresión la pertenencia a una clase social («Síntomas y cuadros psicopatológicos son más frecuentes en clases bajas, a excepción de la psicosis maníaco depresiva más frecuente en clases altas»), el rol sexual («Las mujeres muestran peor salud mental y utilizan más medicamentos psicotrópicos que los hombres. Éstos sufren la patología más grave e invalidante y más hospitalizaciones»), los sucesos vitales estresantes («Los sucesos interpersonales que implican abandono o pérdida de miembros de grupos primarios, también los laborales y desempleo, están muy asociados a la depresión») y los soportes sociales («Hay una relación causal entre soporte social y bienestar psicológico. Las clases bajas y las mujeres son más vulnerables al estrés por tener menos recursos sociales y menor soporte social»).
A otro nivel, el rechazo de los niños por los padres es un buen predictor de la depresión. También el control demasiado estricto de la conducta, la expresión inconsistente de afecto por los padres en la niñez o la pérdida de la madre antes de los 11 años, son factores que predisponen a la depresión.
Mikel García concluye: «Hablar de depresión en abstracto no tiene sentido. Así, etiquetas como depresión endógena, neurosis depresiva, depresión somática, son parcializaciones adialécticas basadas en la manifestación sintomática visible, es decir en lo que se observa, pero aislada de la realidad actual del sujeto y de sus condicionantes histórico-caracteriales, en base a cómo el sujeto ha vivido el desarrollo afectivo sexual».
Naturopatía y afecciones emocionales
José Mora Hungría , naturópata, establece que en los últimos años y de forma creciente, las afecciones mentales-emocionales han ganado terreno a las físicas. También se modifican los grupos de población afectados, con un incremento importante en el género masculino así como entre los jóvenes e incluso en los niños. Desde el concepto holístico, no hay divisiones en el ser humano: «Somos una unidad, todo repercute plenamente en cada uno de nuestros planos. Por ejemplo, un trastorno emocional alterará un estado físico y nuestro estado mental, y viceversa. El tratamiento debe ir dirigido por igual a nuestros tres planos, el mental, el emocional y el físico. En naturopatía consideramos imprescindible el concepto de unidad en el ser vivo».
Para Mora la depresión se asocia con sentimientos de tristeza, mientras que en la ansiedad predominan los estados de angustia e incertidumbre: «En naturopatía, los síntomas nos indican cómo el paciente está viviendo, sintiendo y manifestando una situación. En la mayoría de los casos, la sintomatología se entremezcla, y además la propia sintomatología genera más síntomas». En su opinión, en las alteraciones del estado de ánimo, la persona atraviesa primero por un estado de estrés continuo, que si se mantiene desemboca en un estado depresivo. Si éste perdura, degenerará en un estado ansioso, pudiendo llegar a la angustia.
Fármacos tranquilizantes
Jesús Mallo López , farmacéutico, estima que inicialmente la depresión y la ansiedad pueden responder a fenómenos naturales y adaptativos de nuestro organismo frente a situaciones nuevas o traumáticas. Pero si no hay correspondencia con la realidad, se produce un cuadro patológico de ansiedad o depresión, que deberá ser tratado desde la psicología o desde la farmacología/fitoterapia.
El estrés, la ansiedad y la depresión pueden inducir problemas somáticos tales como alteraciones de la inmunidad, indigestión, insomnio, taquicardias, palpitaciones, síncope, temblores, disnea, parestesias, etc.: «En ocasiones, para combatir estos síntomas», prosigue Jesús Mallo, «muchas personas recurren al alcohol u otras drogas incluyendo los tranquilizantes de prescripción. Todos conocemos el gran número de efectos secundarios que presentan y el problema de la dependencia y tolerabilidad que llevan asociados».
Las plantas medicinales, en cambio: «Ofrecen una alternativa eficaz y natural al tratamiento de estas patologías, de una forma poco agresiva y sin presentar tantos efectos secundarios como los fármacos habitualmente utilizados».
Siguiendo a Mallo López, la base del tratamiento farmacológico son las benzodiacepinas, que alivian la ansiedad y la tensión, disminuyendo los síntomas objetivos y subjetivos.
Pero además de acumularse al repetir su administración, originando sedación excesiva y propensión a los accidentes, las benzodiacepinas producen como efectos secundarios: «Sedación, somnolencia diurna, disminución de la atención, aumento del tiempo de reacción, alteración de la memoria, incoordinación motora, ataxia, tartamudez, cefaleas, debilidad, cierto efecto anticolinérgico como visión borrosa, muy rara vez náuseas, vómitos, diarrea, erupción cutánea, fiebre, impotencia, reacciones paradójicas con aumento de la ansiedad y la hostilidad, insomnio de rebote. Son teratogénicas (productoras de malformaciones) en el primer trimestre del embarazo, su uso continuado ocasiona tolerancia, dependencia física y síndrome de abstinencia. No se debe asociar con el alcohol ni con otros depresores del sistema nervioso central por la peligrosa potenciación que tiene lugar».
Los ancianos, subraya Jesús Mallo, tienen una propensión especial a los efectos secundarios de las benzodiacepinas debido a deficiencias en la biotransformación hepática, que provoca acumulación, y por su mayor sensibilidad a la acción farmacológica: «Experimentan a dosis más bajas tanto los efectos beneficiosos como los perjudiciales».
Hipérico y otras hierbas
Aunque en principio la ansiedad y la depresión son dos entidades patológicas distintas y claramente diferenciables, es relativamente frecuente encontrar trastornos depresivos acompañados de síntomas claros de ansiedad, y en muchas ocasiones la ansiedad es uno de los síntomas de la depresión, por lo que para tratar determinadas depresiones: «Se recomiendan ansiolíticos-tranquilizantes y antidepresivos conjuntamente».
Mallo López establece una clasificación de cuatro grupos de plantas indicadas en el tratamiento de la depresión. En primer lugar, y como planta de acción principal antidepresiva se refiere a hipérico, mientras lúpulo y celidonia presentan en su opinión una acción residual antidepresiva.
Un segundo grupo de plantas tónico-estimulantes, formado por guaraná, mate, romero, salvia y té verde, para hacer frente a estados de hipersomnia, apatía, aislamiento y desgana.
Como plantas adaptógenas, eleuterococo y ginseng, indicadas en caso de estrés o agotamiento físico o psíquico consecuencia de estados crónicos de nerviosismo o ansiedad.
Y por último, plantas ansiolíticas o tranquilizantes, especialmente indicadas además en el tratamiento de la ansiedad, entre ellas valeriana, espino blanco, pasiflora, lúpulo, amapola de california, amapola, tila y azahar y también angélica, melisa, avena, lavanda, manzanilla, …, así como las que destacan por relajantes musculares (espino blanco, pasiflora).
Jesús Mallo López enfatiza: «El hipérico ha constituido la auténtica revolución en el tratamiento de la depresión, llegando en algunos casos a relegar a un segundo plano a los fármacos antidepresivos habituales debido a los numerosos efectos secundarios que éstos presentan. La propiedad más importante del hipérico es su actividad como agente antidepresivo, efectivo y carente de los efectos secundarios que se asocian a los antidepresivos de síntesis».
Recomienda el hipérico en el tratamiento de la depresión, estados depresivos y desórdenes psicovegetativos tales como ansiedad y/o agitación nerviosa, apatía, melancolía, dolor de cabeza de origen nervioso, insomnio y eneuresis nocturna.
Como tranquilizante natural, indicado en estados de angustia, ansiedad, nerviosismo y manifestaciones psicológicas asociadas a la menopausia. La dosis recomendada es de 900 mg. de extracto seco al día. A muy altas dosis y en personas de piel clara y sensible puede aumentar la sensibilidad a la luz.
Respecto a su interacción con medicamentos, se recomienda no administrar conjuntamente hipérico con medicamentos antirretrovirales en pacientes VIH+, tampoco con ciclosporina (fármaco inmunosupresor utilizado en la prevención del rechazo en los trasplantes) teofilina (alcaloide del té, isómero de la teobromina, diurético, vasodilatador y antiasmático) o anticonceptivos orales («Aunque no ha sido documentado ni verificado se desaconseja su administración conjunta ante el posible riesgo de pérdida del efecto anticonceptivo»). Se aconseja no mezclar con bebidas alcohólicas y tener precaución en caso de administración conjunta con otros antidepresivos ya que se podría potenciar su efecto.
El hipérico no afecta en cambio a la capacidad de reacción de la persona, no tiene influencia negativa sobre la capacidad para conducir o manejar maquinaria ni produce somnolencia durante el día, y a la dosis recomendada no produce dependencia ni adicción.
Aunque los efectos del hipérico empiezan a manifestarse ya a las dos semanas de tratamiento, Mallo aconseja un período mínimo de cuatro semanas para valorar sus efectos.
No existen problemas de uso prolongado, de hecho se aconseja tomar de forma continuada durante más de seis meses.
(artículo publicado en Conocer Arganzuela nº 101, febrero de 2001)