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En el transcurso de su ponencia («La fitoterapia en el abordaje de la obesidad»), una vez definida la obesidad y sus clases y riesgos, y diferenciada del sobrepeso en base al índice de masa corporal (IMC), a la hora de hacerle frente D. Jesús Mallo planteó una serie de medidas desde una perspectiva necesariamente multifactorial. Así, un tratamiento nutricional o dieta hipocalórica equilibrada, una adecuada actividad física, la modificación de actitudes erróneas o desequilibradoras en su caso, y un tratamiento farmacológico y/o fitoterápico.
La obesidad, excesivo acúmulo de tejido adiposo, está causada por una ingesta energética o calórica que excede al gasto total de energía, desequilibrio que puede deberse a un exceso de ingesta o a un defecto en el gasto energético. Mallo López diferencia entre sobrepeso y obesidad. El sobrepeso se refiere a un aumento exclusivo de peso sin riesgo asociado para la salud, la obesidad se relaciona con incremento de la adiposidad corporal asociado a un riesgo importante para la salud de la persona.
Para clasificar el sobrepeso y determinar si existe o no obesidad suele utilizarse el índice de masa corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso, en kilos, entre el cuadrado de la talla en metros: IMC= kg / m 2. La OMS recomienda esta clasificación del sobrepeso en adultos, acorde con el IMC y basada en el riesgo de mortalidad independiente del sexo y la edad:
Para abordar la obesidad hay que tener presente que su origen puede tener un carácter multifactorial, con factores genéticos, psicosociales, nutricionales, metabólicos y endocrinos: «Estudios estadísticos muestran que el 25% de la varianza transmisible total es atribuible al factor genético, un 30% a la transmisión cultural y un 45% a otros factores ambientales no transmisibles, y sugieren que existe una mayor influencia genética en el acúmulo de grasa visceral que en la subcutánea, … El exceso de grasa corporal está determinado por la herencia cultural y por la herencia genética». Además, previene Mallo: «Algunos medicamentos pueden causar aumento de peso como los glucocorticoides, los progestágenos sintéticos, los antidepresivos tricíclicos, la ciproheptadina, las fenotiazinas y el carbonato de litio».
D. Jesús Mallo enfatiza que el objetivo primordial del tratamiento de la obesidad no es reducir peso desde el punto de vista estético o exclusivamente para tratar el exceso de peso, sino la prevención o el manejo de las enfermedades asociadas a las que la obesidad predispone, por ejemplo infarto, hipertensión arterial, tumores, hiperlipidemia, gota, alteraciones del sueño y emocionales, cardiovasculares, etc.
Antes de iniciar cualquier tratamiento la persona debe ser analizada en profundidad: «Para tener un diagnóstico exacto de cada caso, con el objetivo de desarrollar un plan terapéutico integral e individual, basado en una intervención nutricional, ejercicio y modificaciones conductuales, que se verán apoyadas con un tratamiento farmacológico, fitoterapéutico, etc., … «.
A destacar que: «Se considera éxito de tratamiento en la obesidad una disminución de al menos un 10% del peso inicial, … Existen estudios que indican que una disminución de peso mayor a un 10% del peso inicial es difícil de mantener a largo plazo, ya que una pérdida de peso agresiva tiene alta tasa de fracaso en el tiempo». Pero la persona obesa no percibe así el objetivo logrado con el tratamiento. Además es un error pretender que alcance un peso ideal que no existe. Su tratamiento debe buscar tanto la disminución de la ingesta alimentaria como el aumento de su gasto energético.
Establece Mallo en el abordaje terapéutico de la obesidad tres niveles. En el primero, el tratamiento de la obesidad propiamente dicho, las medidas a adoptar son un tratamiento nutricional, actividad física, psicoterapia en su caso, tratamiento farmacológico y/o fitoterápico, cirugía con un IMC mayor de 40. Un segundo aspecto es el diagnóstico y tratamiento de las complicaciones y patología asociada, y en tercer lugar el tratamiento de los trastornos condicionantes de la obesidad.
Dieta, ejercicio y modificación de actitudes
El objetivo del tratamiento nutricional es adecuar los patrones alimentarios y establecer una dieta hipocalórica equilibrada, nutricionalmente adecuada y aceptada por la propia persona. Para conseguir una menor ingesta se refuerzan los mecanismos de saciedad y se recurre a cambios en el ritmo alimentario («Distribuyendo los alimentos con la mayor frecuencia posible a lo largo del día y evitando períodos prolongados de ayuno») y en la calidad alimentaria («Seleccionando los alimentos ricos en agua y fibra, como vegetales, frutas, carnes magras preferiblemente pescado o pollo, y cereales no procesados»), se reduce progresivamente las cantidades de los alimentos concentrados en energía (quesos maduros, cuerpos grasos, embutidos) y se evitan los estimulantes del apetito (aperitivos, salsas, saborizantes, dulces) y los que desarrollan comportamientos adictivos (chocolate, productos de confitería, golosinas).
La actividad física, además de reducir la morbimortalidad asociada con enfermedades cardiovasculares, es un valioso factor de ayuda para reducir el peso corporal y para mantener el éxito alcanzado con el plan nutricional. Como efectos beneficiosos del ejercicio sobre el control del peso Mallo López señala que aumenta el gasto energético total, modifica la composición corporal, aumenta el gasto energético basal, modula el apetito y modifica los hábitos alimentarios, aumenta la capacidad de movilización y oxidación de la grasa, mejora los factores de riesgo asociados a la obesidad y tiene efectos psicológicos positivos: «La combinación de una dieta hipocalórica y un aumento en la actividad física son recomendables para lograr una adecuada reducción del sobrepeso, de la grasa abdominal y mejorar la capacidad respiratoria». Mejora además el estado físico y la circulación cardíaca, regula la presión sanguínea y aumenta la capacidad vital.
Como la ingesta de alimentos está en parte condicionada por una serie de actitudes aprendidas y potencialmente modificables, es objetivo principal la modificación de las situaciones que estimulan el apetito, de la propia conducta durante las comidas y de lo que sucede después de la ingesta. Debe procurarse que la propia persona anote su comportamiento frente a la comida, el tipo y la cantidad de alimento que consume, la hora y la situación y los sentimientos asociados al acto de comer, de manera que además de identificar los estímulos que preceden o se asocian a la ingesta, pueda descubrir fuentes ocultas de calorías. Tras identificar las conductas alimentarias anómalas y los estímulos que las generan, la persona está en mejor disposición para controlarlos y disminuir la exposición al alimento, limitar los tiempos y lugares que emplea para comer y manejar los sentimientos que pueden desencadenar la ingesta. También deben modificarse y controlarse los pensamientos negativos y baja autoestima que la persona obesa suele tener. La restricción de alimentos, además, puede desequilibrar la situación afectiva y provocar ansiedad, tensión o irritabilidad.
Mallo López enumera una serie de consejos de las técnicas de control del estímulo: comprar alimentos que requieran preparación, con una lista preestablecida y hacerlo después de comer, almacenar los alimentos ricos en calorías en lugares poco accesibles, respetar el horario de las comidas, no comer mientras se lee o se ve la televisión, intentar comer acompañado, si se come solo hacerlo de forma ordenada y en la mesa habitual, sacar a la mesa los platos ya servidos, si se sirve en la mesa evitar ser quien lo haga, retirar la fuente cuando se hayan servido todos, comer despacio y masticando bien, dejar los cubiertos en la mesa entre bocado y bocado, hacer una pequeña pausa entre los platos y no preparar en exceso los alimentos antes de servirlos.
Fármacos y cirugía
D. Jesús Mallo entiende que debe considerarse la prescripción de medicamentos cuando la persona tiene un IMC igual o mayor de 30 Kg/m2, con un IMC igual o mayor de 25 kg/m2 acompañado de otros factores de riesgo (hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2, hiperlipidemia, …) o cuando no se han alcanzado los objetivo con técnicas alimentarias y de actividad física. Tras establecer tres grupos de fármacos, según actúen modificando la conducta alimentaria, incrementando la termogénesis o inhibiendo la absorción de grasas, el ponente pasó revista a un largo listado, señalando los mecanismos de acción, la dosis y efectos colaterales de cada uno de ellos.
En su opinión son candidatos al tratamiento quirúrgico, considerado como el más efectivo para la reducción drástica de peso, las personas con un IMC igual o mayor de 40 kg/m2 y con IMC entre 35-40 kg/m2 y alguna comorbilidad de la obesidad: «Generalmente se consigue una sustancial reducción de peso de hasta 20 kg que tiene lugar principalmente en los primeros 12 meses de la cirugía, aunque hay tendencia a recuperar una parte entre los 5 y 15 años siguientes. La cirugía mejora netamente los factores de riesgo asociados con la obesidad, así como su calidad de vida».
Tratamiento fitoterápico
Mallo López enmarca el empleo de las plantas medicinales dentro de un tratamiento integral de la obesidad y opina que constituyen una alternativa al tratamiento farmacológico. Por considerar que la obesidad es una enfermedad crónica, para su tratamiento deberían utilizarse principios similares a los usados en otras enfermedades crónicas como hipertensión arterial, diabetes mellitus o dislipidemia, es decir, sustancias seguras y eficaces, que puedan ser indicadas a largo plazo.
Por tanto, el medicamento ideal para tratar la obesidad sería aquel que por cualquiera que sea el mecanismo de acción (aumento del efecto de saciedad que produce el alimento en sí, aumento de la termogénesis, reducción del ingreso calórico), tenga una acción predecible en la disminución de peso obtenida y que tenga un perfil aceptable de efectos colaterales. Existen diferentes fármacos capaces de ejercer alguno de estos efectos, pero muchos de ellos no cubren las expectativas deseadas porque: «En muchos casos presentan efectos colaterales indeseables que determinan el abandono de la pauta terapéutica, son poco aceptados porque la persona tiende a recelar del empleo de fármacos por miedo a efectos colaterales, dependencia, efecto rebote, etc., la persona obesa no es consciente de que es una enfermedad y por tanto no asume la prescripción de fármacos, que son considerados más como una alternativa a la dieta que como un complemento de la terapia nutricional».
El tratamiento con plantas medicinales, en cambio, en palabras de Mallo, presenta un mayor perfil de seguridad con una menor incidencia de efectos colaterales por lo que suele ser mayor el cumplimiento de la pauta terapéutica, son bien aceptados por la persona obesa que no los considera como medicamentos sino como una ayuda a la terapia nutricional que no va a afectar a su estado de salud, y no recela de ellos por posibles problemas de dependencia: «Es innegable que entre los pacientes obesos las plantas medicinales gozan de una mayor aceptación que los fármacos».
Ha de quedar muy claro, enfatiza Mallo López, que el tratamiento farmacológico y el fitoterápico pueden ser eslabones del tratamiento integral de la obesidad, una ayuda para modificar los factores necesarios de modo que el balance energético sea favorable a la pérdida de peso o una ayuda para seguir más fácilmente la dieta y los cambios en la conducta alimentaria. Además: «No existen las píldoras milagrosas que tomando una de ellas en cada comida se puede comer lo que se quiera y se adelgaza, …. Las plantas medicinales son bien aceptadas y pueden ser una gran ayuda para facilitar la pérdida de peso y para mejorar la eficacia de la dieta».
Grupos de plantas utilizadas en la obesidad
D. Jesús Mallo señala que con el empleo de las plantas medicinales se puede incrementar el metabolismo corporal para de esta forma aumentar el gasto energético que llevará a un balance negativo de calorías, favorable a la reducción del peso. También se puede disminuir el apetito actuando a diversos niveles. O puede reducirse el aporte calórico de los alimentos. Es posible, además, actuar sobre pautas de comportamiento como ansiedad, depresión, etc., que muchas veces pueden predisponer a la obesidad.
En función de las acciones ejercidas y los mecanismos mediante los cuales logran ejercer su efecto, clasifica las plantas habitualmente empleadas en el tratamiento de la obesidad en 7 grupos. En el primero incluye las plantas que estimulan el metabolismo corporal., las del 2º grupo reducen el apetito y actúan a diversos niveles, y un tercer grupo de plantas interfiere en el metabolismo intermediario. Las plantas laxantes «No adecuadas en los tratamientos contra la obesidad- constituyen otro grupo. En el 5º se encuentran las plantas diuréticas, porque a menudo la obesidad se acompaña de una retención de líquidos. El 6º grupo es el formado por plantas tranquilizantes o ansiolíticas, que actúan sobre pautas de comportamiento como depresión o ansiedad que pueden predisponer a la obesidad. Por último, un 7º grupo a base de plantas drenadoras y protectoras hepático-biliares.
1) PLANTAS ESTIMULANTES DEL METABOLISMO
Mallo López subdivide este grupo en otros dos, según se persiga una estimulación del metabolismo tiroideo o del metabolismo general.
Las plantas que estimulan el metabolismo tiroideo : «Basan su actividad en asegurar un adecuado mantenimiento de la función tiroidea mediante un aporte de yodo inorgánico, aunque presentan conjuntamente otros mecanismos de acción que determinan su empleo en la obesidad».
Según la zona geográfica sea costera o del interior, varía mucho el aporte de yodo en los alimentos: «La cantidad diaria recomendada (CDR) de yodo, que se estima en unos 200 microgramos/día, falta en los alimentos consumidos por poblaciones del interior, en Aragón, Extremadura, León, Valladolid o algunas zonas de Andalucía».
Entre otras algas las más destacables son Fucus y Laminaria, que mejoran el metabolismo tiroideo y tienen efectos laxantes y saciantes por la presencia de polisacáridos no absorbibles. Por precaución: «Como sucede con la sal, por su contenido en yodo y en sodio, están contraindicadas en casos de hipertiroidismo y con valores de tensión arterial muy elevados no controlados».
FUCUS: alga de color verde parduzco que crece en los acantilados atlánticos, de la que se utiliza el talo. Sus principios activos son yodo, inorgánico y sobre todo orgánico ligado a aminoácidos y proteínas, polisacáridos o mucílagos que al retrasar la absorción de los hidratos de carbono reducen su aporte calórico, y sales minerales y oligoelementos sobre todo cloruro sódico. En relación a la obesidad: «Los mucopolisacáridos no absorbibles absorben gran cantidad de agua y aumentan considerablemente de volumen, ejerciendo un efecto saciante; al no ser absorbibles ejercen además un efecto laxante y retardan e interfieren en la absorción de hidratos de carbono y lípidos con la consiguiente disminución del ingreso calórico».
Entre las plantas que estimulan el metabolismo general D. Jesús Mallo incluye Té y Café, por su contenido en bases xánticas que ejercen un incremento de la termogénesis y un efecto inhibidor del apetito, así como Mate, Té de roca, Guaraná, Cola nitida o acuminata, Cacao y Corteza de naranja o Citrus aurantium. Añade que estas plantas presentan también un efecto diurético que favorece la eliminación de líquidos, y que por su efecto lipolítico es frecuente incluirlas en cremas anticelulíticas. Están contraindicadas en personas con tensión arterial muy elevada no controlada: «Dicha contraindicación es del mismo nivel que la que recibiría el café, chocolate, coca-cola, etc.». Las bases xánticas, prosigue, estimulan el sistema nervioso simpático y hacen que disminuya el apetito y que aumente el gasto energético: «Aumenta la termogénesis y la lipólisis, también tiene lugar un efecto anorexígeno y antifatiga, y diurético por inhibición de la absorción de sodio y un mayor gasto renal».
TÉ VERDE: se utiliza la hoja no fermentada. Los principios activos son polifenoles (flavonoides, proantocianidoles y ácidos fenólicos), taninos catéquicos y bases xánticas. Además de las propiedades de las bases xánticas: «El té verde interfiere con moduladores de la liberación de la noradrenalina, aumentando la termogénesis y la oxidación de grasas». Tiene también actividad diurética, hipolipemiante, antiagregante plaquetaria y antiradicalar. Contraindicado en problemas cardiacos, insomnio, ansiedad, embarazo e hipertensión arterial.
2) PLANTAS SACIANTES Y DE ARRASTRE
Se incluyen las plantas y subproductos con alto contenido en mucílagos o fibras no absorbibles, cuyo efecto se basa en sus propiedades de laxación mecánica, de saciedad e inhibición del apetito y en la capacidad de interferir en la absorción de los glúcidos y las grasas. Para que actúen eficazmente y evitar obstrucciones deben tomarse con abundante cantidad de líquidos, unos 30 minutos antes de la ingesta, y se recomienda tomar previamente una pequeña cantidad de alimento para retardar el vaciado gástrico.
Con respecto al tratamiento de la obesidad Mallo López explica el efecto saciante como consecuencia de que la fibra soluble y los mucílagos se hinchan rápidamente en contacto con el agua o los jugos gástricos formando una masa voluminosa que proporciona sensación de saciedad.
El efecto arrastre se debe a que estas masas viscosas que originan los mucílagos y las fibras solubles engloban o atrapan grasas e hidratos de carbono, con lo que se reduce su absorción y se arrastran y eliminan por las heces junto con ácidos biliares que consumen colesterol. Se retrasa además la absorción de hidratos de carbono, lo que conlleva un nivel de glucosa más bajo y una menor secreción de insulina, que a su vez produce una reducción del apetito («La presencia de insulina vía hipotálamo estimula el apetito, por lo que niveles más moderados originarán una reducción del apetito») y un incremento del metabolismo lipídico («La insulina es necesaria para que las células puedan obtener energía a partir de la glucosa. Menores niveles de insulina en sangre condicionarán que se recurra también a la grasa y ácidos grasos para obtener esta energía, con lo que se verá aumentada la combustión de grasas»).
Por último y por tratarse de fibras no absorbibles tiene lugar un efecto ligeramente laxante que también contribuye al efecto antiobesidad por arrastre de substratos energéticos como grasas e hidratos.
Son plantas y subproductos con fibra soluble o mucílagos, entre otras, Goma guar, Agar-agar, Llantén, Zaragatona, Chitosán, Pectinas, Salvados especialmente eficaz el de avena, Glucomanano, Semillas de lino, Laminaria, Fucus, Ispagula, Celulosas, etc. Están contraindicados en caso de obstrucción esofágica o intestinal y no conviene tomar simultáneamente preparados de fibra soluble junto con medicamentos o complejos vitamínico-minerales ya que pueden también atraparles, arrastrarles y disminuir su absorción. Pueden aparecer gases y flatulencias al consumir fibras o polisacáridos, por lo que suelen asociarse con plantas antiflatulentas como Anís verde, Hinojo o Comino.
ESPIRULINA: es un alga de agua dulce cuyo efecto saciante es consecuencia del alto contenido en proteínas. Según Jesús Mallo los alimentos hiperprotéicos son termogénicos, incrementan el gasto energético, y proporcionan sensación de saciedad. La espirulina contiene entre un 65 y un 70% de proteínas y es además una excelente fuente de vitaminas y minerales, también cuenta con cierta proporción de mucílagos que contribuye a su acción saciante y le confiere propiedades ligeramente laxantes. Mallo indica que es frecuente su uso en obesidad, además, porque constituye un aporte vitamínico-mineral complementario a dietas que puedan resultar muy estrictas.
3) PLANTAS QUE INTERFIEREN EN EL METABOLISMO INTERMEDIARIO
En realidad, no se trata de un grupo de plantas sino de una sola, GARCINIA CAMBOGIA, que, en palabras de D. Jesús Mallo López: «Presenta un interesante efecto lipolítico y regulador del apetito, …, como consecuencia de su alto contenido en ácido hidroxicítrico. La inhibición que este ácido ejerce sobre la enzima citrato-liasa, origina una reducción en la síntesis y formación de grasas, colesterol y triglicéridos, una disminución del apetito y un aumento de la
combustión de lípidos». Al inhibirse la síntesis de ácidos grasos aumenta la formación y los niveles de glucógeno, lo que origina que el cerebro reciba la señal de que no se precisa más alimento, por disponer de reservas energéticas suficientes, con lo que disminuye el apetito de la persona.
De los estudios realizados, el ponente concluye que el efecto anti-obesidad del ácido hidroxicítrico, es decir, la supresión del aumento de peso, se debe a un bloqueo directo de la acumulación de grasa y sin afectar a la cantidad de masa magra no grasa. Del mismo modo, que está demostrado que la capacidad de Garcinia Cambogia para reducir el apetito se debe a que el ácido hidroxicítrico actúa a nivel hepático y a través de mecanismos metabólicos. Por último, que esta planta presenta una notable actividad para normalizar los niveles de colesterol y triglicéridos elevados.
4) PLANTAS LAXANTES
Facilitan o aumentan el tránsito intestinal, con lo que la absorción de los nutrientes es menor y por tanto el efecto laxante puede contribuir al control del peso. Pero, convengamos con D. Jesús Mallo López que: «No es recomendable hacer uso de laxo-purgantes con este fin y mucho menos de laxantes estimulantes o irritantes. En todo caso se debe recurrir a fibras y laxantes mecánicos que basan su efecto laxante en la presencia de mucílagos», del tipo de las plantas saciantes y de arrastre comentadas con anterioridad, por ejemplo, Chitosán, Glucomanano, Goma guar, Salvado de avena, Semillas de lino o Zaragatona.
Las plantas laxantes más habituales que se encuentran indebidamente en algunas fórmulas son Cáscara sagrada, Frángula, Ruibarbo o Sen, todas ellas, entiende Mallo López, contraindicadas de forma general aunque no absoluta en embarazo y lactancia, así como en situaciones de hemorroides, íleo paralítico, enfermedades inflamatorias del intestino y en general en dolores abdominales de etiología desconocida. En todo caso: «Son aconsejables tratamientos cortos o discontinuados».
5) PLANTAS DIURÉTICAS
Como es frecuente que la persona que padece sobrepeso u obesidad retenga además líquidos, las formulaciones a base de plantas destinadas a controlar la obesidad suelen incluir plantas diuréticas. Entre las más conocidas y utilizadas, Mallo López reseña las siguientes: Abedul, Alcachofera, Brezo, Cola de caballo, Enebro, Estigmas de maíz, Fresno, Gayuba, Grama, Grosellero negro, Lespedeza, Mate, Mirtilo, Ortiga, Ortosifón, Rabos de cereza, Rusco, Saúco, Té, Tomillo, Ulmaria, Vara de oro y Vid roja.
6) PLANTAS TRANQUILIZANTES
Aunque no ejercen efecto directo sobre el metabolismo, Mallo López razona su inclusión a la hora de afrontar la obesidad y sus complicaciones: «Es frecuente que el comer obedezca en muchos casos a una forma de calmar la ansiedad. De ahí que se incorporen en las formulaciones anti-obesidad para calmar el apetito ansioso». Además, cuando se está llevando a cabo una dieta de control de peso, el cambio en los hábitos alimenticios y la reducción de la ingesta de alimentos origina cierto estado de ansiedad. En estas situaciones, considera que la administración de plantas tranquilizantes puede ser de gran ayuda para el mantenimiento de la dieta. Son plantas tranquilizantes, entre otras posibles, Amapola, Azahar, Espino blanco, Hierba luisa, Lúpulo, Manzanilla, Melisa, Pasiflora, Tila, Valeriana y Verbena.
7) PLANTAS DRENADORAS Y PROTECTORAS HEPÁTICO-BILIARES
Las personas afectadas de sobrepeso frecuentemente presentan una sobrecarga hepática que origina o condiciona la existencia de problemas dispépticos, propios de una digestión difícil y laboriosa. Es por lo que en muchas ocasiones se incorporan plantas hepato- protectoras o con propiedades colerético-colagogas que favorezcan la secreción y excreción de bilis por el hígado así como el aumento y estimulación de la expulsión de dicha bilis. Las plantas colerético-colagogas, además, suelen ejercer un efecto hipocolesterolemiante pues estimulan la liberación y producción de ácidos biliares que son sintetizados a partir del colesterol endógeno: «En cierto modo ayudan también a reducir la grasa corporal», indica Mallo López. Son plantas hepatoprotectoras y colerético-colagogas: Alcachofera, Boldo, Cardo mariano, Cúrcuma, Diente de león, Fumaria, Olivo, Ortiga, Rábano negro, Romero, Té, Tilo y Tomillo.
VINAGRE DE MANZANA
Incluímos para terminar unas líneas sobre el vinagre de manzana, elaborado por fermentación natural de la sidra de manzana, apreciado remedio a lo largo de la historia que tras haber sido olvidado e incluso denigrado vuelve a ser utilizado profusamente en la actualidad.
Según Erwin Möller (Los alimentos milagrosos, Grijalbo, México, 1997) el vinagre de manzana fue reconocido desde la más remota antigüedad como un agente medicinal. Hipócrates lo recomendaba diluido en agua contra artritis, asma y trastornos digestivos. Eficaz además en diarrea y flatulencia, analgésico ante el dolor de cabeza, y auxiliar en las dietas para adelgazar: «Según narra en sus obras el doctor Jarvis, (notable médico rural del estado norteamericano de Vermont que entre 1910 y 1960 trató a muchas personas con vinagre de manzana), cuando descubría obesidad en alguno de sus pacientes le recomendaba reducir al máximo el consumo de grasas y carbohidratos refinados y aumentar el consumo de agua y de fibra dietética, a la vez que le hacía tomar dos cucharadas de vinagre diluidas en un vaso con agua en cada alimento».
Karl Baumgärtner (Remedios naturales, Valencia, 1998) añade que el vinagre de manzana fortalece el sistema inmunológico, depura y desinfecta, disuelve la mucosidad y revitaliza. El ácido acético de manzana es eficaz para la regulación de la composición de los líquidos corporales por su efecto diurético, como reconstituyente y para la desintoxicación y regeneración del organismo: «Las personas con sobrepeso aprecian el vinagre de manzana porque contribuye a controlar el peso. Importantes sales minerales, incluidos potasio, sodio, hierro, magnesio y calcio, y pectina, vitaminas, oligoelementos y otras sustancias beneficiosas para la salud que se producen en el proceso natural de fermentación, son las responsables de estas características. Como forma de administración agradable y efectiva se presentan las pastillas de vinagre de manzana, con la eficacia del vinagre procedente del ácido acético de manzana, con un equilibrio natural y sin el penetrante olor y el fuerte sabor agrio típico del vinagre».
(artículo publicado en Conocer Arganzuela nº 129/130, septiembre/octubre de 2003)