Cuando se habla de adolescencia se considera una amplia franja que va desde los 12/13 años (pre-adolescencia) hasta los 22-23 años (juventud). En este espacio de tiempo se producen grandes cambios en el individuo, tanto físicos como psicológicos que van a influir de manera determinante en la forma de manejarse en su entorno social.
Esta época, que es de transición a la vida adulta, genera en la persona una gran incertidumbre. Además, los cambios cognitivos que van teniendo lugar en él hacen que tenga una diferente percepción del mundo que le rodea, marcada por su egocentrismo y su sentimiento de invulnerabilidad. Estos dos rasgos son necesarios para que vaya adquiriendo su propia identidad personal, pero también pueden estar en el origen de algunas conductas de riesgo que se ven en los adolescentes.
El grupo de amigos va adquiriendo cada vez más influencia como fuente de hábitos, actitudes, valores y modos de vida. La búsqueda de una identidad diferenciada de la de su entorno familiar le lleva a compartir experiencias con sus amigos y buscar en ellos seguridad y apoyo.
Durante todo este período experimenta diferentes necesidades (citadas por Proyecto Hombre según M. Costa, 1997) como:
• Reconocerse como un ser valioso.
• Sentirse aceptado en su grupo u otros grupos.
• Aprender habilidades sociales que le ayuden a resolver sus conflictos.
• Experimentar nuevas sensaciones en su tiempo de ocio.
• Experimentar independencia física y psicológica de su entorno familiar.
• Encontrar un equilibrio progresivo entre sexualidad y afectividad.
El enfrentarse a estas necesidades le genera “crisis” y suele mostrar contradicciones en su conducta que puede confundirnos a padres y profesores ante una petición de ayuda o apoyo.
Para la superación de estas crisis el adolescente debe contar con habilidades y competencias personales que habrá ido moldeando desde la infancia y adaptando a las diferentes situaciones familiares y sociales.
Y la presencia de adultos disponibles es muy importante en esta etapa, especialmente en la familia.
A pesar de los cambios que se han ido dando en los últimos 15 años en la familia, como la incorporación de la mujer al mundo laboral, el aumento de familias monoparentales, la prolongación de la estancia de los hijos en la casa familiar …. y de que estos cambios estén originando situaciones que necesitan nuevas pautas de funcionamiento y que causan desconcierto, al margen de estas dificultades, hay numerosos estudios sobre la población adolescente que confirman que la familia es una de las instituciones mejor valoradas por ellos que reconocen en ella, sobre todo, una función de contención afectiva y apoyo en los momentos difíciles y la incluyen dentro de sus proyectos de futuro.
Por eso los recursos para afrontar los cambios citados deben surgir del interior de la propia familia aunque es un proceso que no se puede llevar en solitario sino en compañía del resto de los agentes formadores y educativos.
Para prevenir futuros problemas que pudieran darse como el consumo de drogas, las conductas antisociales o el afianzamiento de trastornos de alimentación, es necesario tener en cuenta los factores de riesgo. Son aquéllos que aumentan la probabilidad de un fenómeno determinado, como por ejemplo el consumo de drogas.
Algunas características psicológicas como una alta necesidad de aceptación social, el autoconcepto negativo y la baja autoestima, alta ansiedad e impulsividad y una elevada búsqueda de sensaciones; otras variables, como un contexto de grupo de iguales o un grupo escolar inadecuado, a la vez que modelos familiares poco apropiados, facilitan que se den determinados procesos de presión más o menos explícita hacia el consumo o hacia conductas desadaptativas y perjudiciales.
La vulnerabilidad es mucho mayor en el caso de sujetos que presentan un déficit de habilidades para manejarse en las situaciones sociales.
Pero también hay situaciones de carácter personal o social que protegen al adolescente y que apoyan su pleno desarrollo, orientándole hacia estilos de vida saludable. Estos factores amortiguan los factores de riesgo y reducen la probabilidad del inicio y/o progresión de conductas indeseadas, y por eso se llaman factores de protección.
En todo caso, cualquier programa de prevención o cualquier intervención educativa o psicológica encaminada a fortalecer estos factores de protección contará con reforzar aspectos que los padres pueden ir trabajando paralelamente en la vida familiar como la mejora de la autoestima, la toma de decisiones, y la impulsividad … y que iré concretando sucesivamente.
20 de diciembre de 2009
Escrito en Adolescencia
La autoestima en los adolescentes
Las ideas que tenemos acerca de nosotros mismos, las cualidades, capacidades y modos de sentir o de pensar que nos atribuimos, conforman nuestra “imagen personal” o “autoconcepto”.
La autoestima es el aprecio y la valoración que sentimos hacia nuestras características personales.
La capacidad de podernos ver a nosotros mismos como personas válidas no es algo que surja espontáneamente, se va formando desde que nacemos. Desde el principio estamos expuestos a los comentarios valorativos de los demás, que van a influir de una forma importante en cómo interiorizamos nuestros valores personales.
A veces, olvidamos lo vulnerables que son nuestros hijos o nuestros alumnos a nuestras valoraciones y caemos en la tentación de etiquetarles: “eres un desastre” …, sin darnos cuenta de que cuanto más repitamos estas palabras, mayor es el riesgo de que las hagan parte de ellos y que se comporten reafirmando esa idea.
Además de la familia y la escuela, el grupo de iguales también contribuye al proceso de formación del autoconcepto y de la autoestima, reforzando o descalificando a sus miembros según se adecúen o no a los valores y modelos de conducta a los que se atiene el grupo.
Un adolescente con baja autoestima se caracteriza por :
* Percibe su imagen real muy distinta a la imagen ideal que le gustaría tener.
* Tiene dificultades para expresar opiniones contrarias y hacer valer sus derechos, por miedo a no ser aceptado por los demás.
* Es muy sensible a la crítica y a la valoración de los demás.
* Puede ver la realidad en términos dicotómicos de todo o nada.
* En sus relaciones sociales puede mostrarse retraído y poco comunicativo, o bien excesivamente avasallador.
* Muestra desánimo e inseguridad frecuentemente, o sentimientos de culpa.También puede manifestar cólera e intolerancia a la frustración.
* Una autoexigencia excesiva, unida a expectativas de fracaso, no les deja emprender proyectos novedosos o mantener el interés por los ya comenzados, por lo cual confirman su idea de que no son capaces, de que nada se les da bien.
El adolescente que tiene una buena autoestima está bastante satisfecho consigo mismo, tiene una idea de sí bastante real y ajustada, confía en sus posibilidades, suele ser apreciado entre sus amigos y obtiene buenos resultados académicos.
¿Cómo podemos ayudar a aumentar la autoestima y a tener una imagen positiva de uno mismo?
Desde luego cada persona es un conjunto particular de características que pueden variar dependiendo del momento y la situación. Y todos tenemos aspectos positivos y cosas que mejorar.
Es importante ayudar al adolescente a que se conozca a sí mismo haciéndole apreciar sus puntos fuertes, clarificar y poner nombre a sus emociones, que sepa qué cosas le gustan realmente, y potenciar sus habilidades para que tenga confianza en sí mismo y pueda superar los fracasos y dificultades.
Y por nuestra parte
* Controlar nuestro nivel de exigencia hacia ellos: distinguir entre caprichos y necesidades de su etapa evolutiva, y ver las limitaciones y dificultades que tiene para cumplir lo que le pedimos.
* Reforzar y valorar los logros y los intentos de comportamiento adecuados.
* Usar críticas concretas y relacionadas con la situación y no generalizarlas a otras situaciones. Cuidar el lenguaje.
* Ponernos en el lugar de una persona de su edad, comprender lo que le hace enfadar, lo que le hace disfrutar, lo que le avergüenza, lo que le divierte …
* No ridiculizarle o quitar importancia a sus sentimientos.
* Estimular que realice actividades gratificantes o en las que destaque y le hagan sentir bien.
* Demostrarle que nuestro cariño y respeto es incondicional y está por encima de incapacidades o fallos.
Así que ánimo y que nuestros esfuerzos se vean compensados. Pienso que estas propuestas son buenas para ellos y que también nosotros mejoraremos nuestra propia autoestima, que siempre viene bien.
22 de febrero de 2010
Escrito en Adolescencia, Psicología
Bibliografía. Biblioterapia
Quiero citar aquí una serie de libros y autores que personalmente me parecen interesantes, útiles y estimulantes para personas que están siguiendo una terapia, para profesionales y para cualquiera que desee mejorar su calidad de vida y adoptar nuevos enfoques para sus situaciones personales.
Pido disculpas por hacer una presentación poco ortodoxa enumerándolos por títulos y según la proximidad de la temática.
* Una nueva guía para una vida racional. Ellis, A. y Harper, R. (2003). Barcelona. Obelisco.
* Sentirse bien. Burns (1990). Paidós
* Autoestima. Lindenfield, G. (1988). Plaza y Janés.
* No diga sí cuando quiera decir no. Fensterheim y Baer (1976). Grijalbo. Barcelona.
* Yo no valgo menos. Olga Castanyer (2007). Colección Serependity. Desclée de Brouwer.
* Emociones: una guía interna. Leslie Greenberg (2000). Colección Serependity. Desclée de Brouwer.
* Cuadernos de Terapia Cognitivo-Conductual. Beriso, A. y Plans, B. (2003). EOS.
* Técnicas de autocontrol emocional. Davis M y otros (1987). Martínez Roca.
* Diario Terapéutico de un Extraterrestre (guía para humanos). Romero, R. (2009). Coronaborealis.
* ¿Dónde estás amor?. Lucía Sutil (2004). Algaba Ediciones.
* Conciencia Axial. Antonio Blay (1990). Ediciones Indigo.
* La Conquista de la felicidad. Bertrand Russell (1930). Ediciones El País.
* Enseñanza de Habilidades Interpersonales para Adolescentes. Cándido, J. Pirámide
* Padres e hijos. Mejorar los hábitos y las relaciones. Martin Herbert (2002). Pirámide.
* Pensar bien, sentirse bien. Manual para niños y adolescentes. Paul Stallard (2007). Desclée de Brouwer.
* Trastornos de alimentación en nuestros hijos. Francisco Bas y Verania Andrés (2000). Colección Educación y Familia. EOS.
* Mi hijo es tímido. Guía para padres. Monjas (2004). Pirámide.
* Programas de Intervención Cognitivo-Conductual para niños con déficit de atención con hiperactividad. Orjales y Polaina (2008). CEPE
* Educación Especial. Técnicas de Intervención. Paula Pérez I. (2003). Mc Graw Hill.
* Terapia de parejas. Un enfoque conductual. Miguel Costa y Carmen Serrat (1982). Psicología. Alianza Editorial.
* Venza sus obsesiones. Foa, E. y Wilson, R. (1992). Robin BooK.
* Tratamiento psicológico del Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Manual de Autoayuda. Juan Sevillá y Carmen Pastor (2006). Publicaciones del Centro de Terapia de Conducta.
* Cómo superar el pánico (con o sin agorafobia). Programa de Autoayuda. Elia Roca (2005). ACDE Psicología.
* Fobia Social. Bados (2000). Síntesis
* Terapia Cognitiva de la Depresión. A.T. Beck y otros (1979). Desclée de Brouwer.
* Prisioneros del Odio. A.T. Beck (2003). Paidós.
30 de enero de 2010
Escrito en Psicología
Sobre las emociones. Posteado por palomaperez [[- Paloma Pérez Moreno : Licenciada en Psicología (Universidad Autónoma de Madrid), Máster en Terapia Cognitivo-Conductual (Centro de Psicología Bertrand Russell), Especialista en Pedagogía Terapéutica (MEC), Monitora de Expresión Artística (MEC), Cursos de Diagnóstico e Intervención en TDAH, Autismo y Asperger (Psicología Clínica y de la Salud de la UNED), miembro de la Asociación Cognitivo-Conductual Social (Aseteccs) y de Psicólogos Sin Fronteras. Contacto.]] | 10 de Abril de 2010
Las emociones amplían claramente la inteligencia. El miedo te dice que estás en peligro, la tristeza que has perdido algo importante y la alegría que has alcanzado una meta. Las emociones te aportan información relacionada con tu bienestar.Te informan de si estás satisfecho o frustrando tus metas y necesidades.
Los sentimientos instintivos guían tus decisiones reduciendo rápidamente las alternativas a considerar. Por ejemplo, al decidir sobre las vacaciones te dicen, de inmediato, que prefieres la playa o la montaña. De esta manera, limitan las opciones que consideras y evitan que te sientas abrumado.
Las emociones no son, simplemente, interrupciones del curso de tu vida que hace falta controlar. Más bien, son procesos organizadores a los que es necesario prestar atención. Como ocurre con el tacto y el olfato, las emociones recorren todo nuestro cuerpo. Constituyen información íntima, interna, que penetra la conciencia, refiriéndose a cosas muy privadas.
Te dicen que te sientes orgulloso, humillado, enojado o agotado, te hablan de las experiencias determinadas que tienes en tu vida. Casi siempre las emociones simplemente ocurren. Te llevan a la acción en el proceso sin pausa de vivir momento a momento.
En el siguiente nivel de conciencia, prestar atención a tus sentimientos da a la vida color, significado y valor. Cuando te levantas por la mañana con alegría e interés, estas emociones te indican que va todo bien. Te orientan para que empieces a abordar tus proyectos con entusiasmo y, al darte cuenta de que todo va bien, procedes a la acción. Sin embargo, si te despiertas con miedo o con tristeza, tus emociones indican que tienes un problema. Se te plantea un problema que debes enfrentar. Estas emociones señalan que algo está saliendo mal en la forma en que conduces tu vida o que algo ha sucedido que requiere tu atención. Entonces tienes que actuar con conciencia, reflexionar acerca de lo que está ocurriendo, y crear soluciones a esas circunstancias que han producido el sentimiento de malestar (…).
Las emociones primarias saludables son las respuestas fundamentales, viscerales, a las situaciones. Tal es el caso del enfado frente al agravio, la tristeza ante la pérdida y el miedo frente a la amenaza. Son muy valiosas para la supervivencia y el bienestar. Llegan con rapidez y se van con prontitud. Para poder beneficiarse de ellas hay que ser capaz de reconocerlas y usarlas como guía.
Las emociones secundarias son un tipo de emoción que responde a un sentimiento o pensamiento más primario. Resultan problemáticas porque, a menudo, ocultan lo que estás sintiendo en lo más profundo. Por ejemplo, te puedes sentir deprimido, pero esa depresión puede estar de hecho, encubriendo un sentimiento más básico de enfado. Con frecuencia, los hombres que han crecido escuchando que tienen que ser fuertes, tienen dificultad para admitir sus sentimientos básicos de miedo, así que en su lugar muestran enfado. Las mujeres que han crecido escuchando que deben ser sumisas, suelen llorar cuando están básicamente enfadadas. Si no eres consciente de tus sentimientos centrales, resulta muy sencillo que estos sentimientos se conviertan en otros.
Las emociones secundarias son aquéllas que a menudo te resultan problemáticas y de las que te quieres deshacer. Seguramente, no quieres sentirte enfadado, deprimido, avergonzado o desesperado. Esos sentimientos de malestar problemáticos, en ocasiones, no representan tu respuesta emocional central a las situaciones. Provienen de tus intentos de juzgar y controlar tus respuestas centrales.
A veces, tienes sentimientos acerca de otros sentimientos. Puede que te asuste tu enfado, que te avergüences de tu miedo y que te enfades por tu debilidad. Estos sentimientos son secundarios.
Es necesario experienciar hábilmente nuestras emociones para utilizarlas con inteligencia en la resolución de los problemas vitales. Para ello los pasos iniciales serían ser conscientes de ellas, sintiéndolas y viendo que son una oportunidad para recoger información sobre nosotros y nuestro bienestar. Darles nombre es también vital para su regulación. Saber lo que estás sintiendo, nombrarlo, te permite verte como un agente experienciando un sentimiento reconocible, en lugar de ser una víctima pasiva del sentimiento. Este acto de situarte respecto a tus sentimientos, es una relación que que te proporciona sensación de seguridad y coherencia.
L. S. Greenberg : Emociones: una guía interna.
Escrito en Psicología
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(29 de abril de 2010)