Los ejecutivos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuyo Director General es Jacques Diouf, proponen medidas de solución. Hay que cultivar más hectáreas pues todavía existen amplios recursos en tierras con potencial para ser cultivadas, especialmente en África subsahariana y Latinoamérica, aunque lo principal es lograr un aumento de los rendimientos, una mayor intensidad de los cultivos, invertir más y hacer una mejor gestión y control del agua. Dar acceso a semillas de alta calidad, abonos y tecnología a los pequeños campesinos …
Ocultan la verdad por conveniencia política. Ya se ha acusado a Naciones Unidas de encubrir el fraude electoral de Afganistán y las fuerzas militares extranjeras que llevan adelante esa guerra actúan bajo su mandato. Si el máximo responsable de la FAO afirma que los efectos del cambio climático pueden llevar a una reducción de la producción de hasta 30% en África y 21% en Asia no se entiende que al mismo tiempo vea soluciones alimentarias dentro del capitalismo.
Una información completa indica que no hay solución al hambre en el sistema
Algunos hechos: la escasez de tierras de cultivo es tal que ha llevado a talar selvas, por ejemplo en la Amazonia e Indonesia; un tercio de las especies de peces y mariscos explotadas ha perdido el 90% de sus ejemplares.
Se sabe que el calentamiento global traerá variabilidad del régimen de lluvias y fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes, entre ellos inundaciones y sequías, lo afirma el mismo Diouf contradiciéndose. Que se reducirá la disponibilidad de agua y se incrementarán las plagas y enfermedades de animales y plantas.
Es real que la situación corresponde a una crisis estructural, energética, del dólar, del trabajo, de agotamiento de recursos no renovables, de la imposibilidad del crecimiento económico constante.
La razón de fondo de la hambruna que ocultan, es que hay una civilización que la necesita y ejecuta.
Nunca se había producido tanta comida pero entre 2003 y 2008 subieron más de 50% los precios mientras disminuían los ingresos. El aumento de víctimas también lo produjeron en períodos de precios bajos y prosperidad económica. Especularon con los granos en los mercados. Dedicaron a biocombustibles terrenos que producían alimentos, el año pasado Estados Unidos quemó en forma de biodiésel 138 millones de toneladas de maíz, un tercio de su cosecha y la Unión Europea impulsa energías de origen vegetal. En ayuda a la agricultura de los países en desarrollo gastan US$7.900 millones cuando se necesitan 44.000 millones. Han llevado a un mínimo histórico la ayuda humanitaria de modo que el Programa Alimentario Mundial (PAM) de Naciones Unidas dispone de 1.179 millones de euros, frente a los 4.585 millones que precisan para dar de comer a 108 millones de empobrecidos en 74 países. Suprimen o limitan gravemente la alimentación a países como Bangladesh, donde hay 700 mil niños amenazados de muerte por hambre, y reducen de 2200 a 1500 las caloría diarias a los desplazados de Somalia o a los refugiados en Kenia.
Josette Sheeran, directora del PAM, asegura que bastaría con dedicar a la lucha contra el hambre “menos del uno por ciento del dinero público invertido en ayuda a las entidades financieras” en el último año. Sin embargo no lo hacen pese a que en 1996 aprobaron los Objetivos de desarrollo del Milenio comprometiéndose a reducir a la mitad la pobreza extrema y el hambre para 2015.
El drama del hambre y sus muertes se explica conociendo el programa a futuro de los grandes núcleos del poder económico. Entre los objetivos del Club Bilderberg ([[Wikipedia: Grupo Bilderberg.]] Daniel Estulin cita “La muerte de cuatro mil millones de personas, a las que Henry Kissinger y David Rockefeller llaman bromeando «estómagos inservibles», por medio de las guerras, el hambre y las enfermedades. Esto sucederá hacia el año 2050”. Así los privilegiados dispondrían de más recursos, tierras, alimentos, agua, minerales, energía …
Sus grandes medios de comunicación y la diplomacia internacional lo ocultan. Quienes estén por el socialismo de futuro deben proponer una respuesta humanista: la solidaridad sustentable.